El PIN parental

Educar

Con el llamado 'pin parental', el fascismo quiere permitir que los padres entren en el aula

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Josep Maria Fonalleras

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¿Tienen, los padres, la potestad absoluta para marcar las líneas que convertirán a un niño en adulto en el marco que los padres han dibujado? ¿No son conscientes de que más allá de lo que quieren transmitir hay factores ingobernables que harán que los hijos sean diferentes de cómo habían programado? ¿Y no saben que la escuela pública es el primer espacio donde se materializa la contradicción entre lo que quieren que sean y lo que serán?

Como dice el pedagogo Philippe Meirieu en su 'Carta a un joven profesor', "a pesar de las presiones sociales que recibimos por todos lados, aun es posible que en una clase se produzcan eventos pedagógicos". Es decir, un acto educativo con sentido, una especie de milagro diario que es fundamento y práctica de la civilidad. <strong>Con el 'pin parental'</strong>, el fascismo quiere permitir que los padres entren en el aula, una intromisión que va en contra de los derechos humanos. Y lo puede hacer porque, en determinados lugares, tiene poder. No es un delirio de extrema derecha, sino una inquietante injerencia en la cosa pública. No saben, como reza el dicho africano, que se necesita a toda una tribu para educar a un niño. De hecho, no saben qué significa educar.

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