Opinión | Editorial

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Dinamismo de la restauración en Barcelona

El récord de nuevos bares y restaurantes es señal de impulso emprendedor, pero también de su difícil viabilidad

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zentauroepp50341248 barcelona 10 10 2019 sants botigues tancades a la carreter191015112704 / ROBERT RAMOS

El récord de nuevas licencias de apertura de bares y restaurantes en Barcelona, 223 concedidas en el 2019, es el reflejo de una ciudad activa y dinámica en lo económico y en lo social, emprendedora y atractiva para el turismo. Si el sector de la restauración estuviera inmóvil, sin nuevas inversiones, denotaría un estancamiento preocupante. Dicho esto, conviene matizar, porque el 'boom' de nuevas aperturas esconde también una cierta fragilidad. Restaurantes que cierran antes de cumplir el año, o que cambian de nombre y orientación a los pocos meses, son síntoma de la dificultad de resistir en un negocio donde el mérito está precisamente en sobrevivir. Basta una cifra para entenderlo: los 734 traspasos de locales que se produjeron el año pasado, algunos de ellos por jubilación pero muchos otros debido a proyectos fallidos. En resumen, del millar de establecimientos que iniciaron nueva etapa en Barcelona, dos tercios fueron traspasos de negocios.

Los precios disparados de alquileres de locales, solo al alcance de los grandes inversores, resultan muchas veces el golpe mortal de establecimientos, algunos de ellos emblemáticos y que hasta hace poco formaban parte del espíritu identitario de la ciudad. Este fenómeno no afecta solo a bares y restaurantes, como demuestra el goteo de tiendas históricas que han bajado la persiana. Sin embargo, al ocio gastronómico se le suman, además, otras dificultades. Los disturbios en las calles tras la sentencia del ‘procés’, por ejemplo, supusieron una importante caída de ventas durante aquellos días. Pero, sobre todo, los restauradores se quejan de las trabas administrativas que dificultan la viabilidad del negocio, en especial de las políticas del ayuntamiento, con la subida de las tasas de las terrazas como último episodio de una guerra entre el gremio y el consistorio. La defensa del espacio público es una de las líneas de actuación del gobierno de Ada Colau, en busca de un mayor bienestar de los vecinos. Debería ser posible hacer compatible esta política con las legítimas aspiraciones de los empresarios.