Juicio en la Audiencia

El momento de Trapero

El mayor de los Mossos se sienta en el banquillo tras desmarcarse del proyecto independentista

Ilustración de Leonard Beard

Ilustración de Leonard Beard / periodico

Anna Cristeto

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Tras el macrojuicio a los responsables de la ensoñación, en palabras de Marchena, que supuso la declaración de independencia, ahora es el mayor Josep Lluís Trapero el que se sienta ante la Audiencia Nacional. El que fuera el mosso más poderoso del cuerpo se enfrenta por ahora a una acusación de rebelión aunque los líderes del 'procés' fueron condenados por sedición.

El juicio del pasado año generó gran expectación mediática y los encausados recibieron numerosas muestras de solidaridad. El de Trapero despierta interés pero tendrá menos apoyos. Por un lado, porque el silencio que mantuvo durante tantos meses se rompió de manera estruendosa cuando declaró en el Supremo que se había diseñado un plan para detener a los miembros del Govern, un documento que podría mostrarse ahora. Por otro lado, porque la estrategia procesal del mayor, pilotada por Olga Tubau, incluyó volar por debajo del radar y aislarse de cualquier interacción política.

Por ese motivo rechazó recuperar su puesto como número uno cuando se levantó el 155. Nadie sabía que más tarde Trapero aseguraría que la cúpula de los Mossos no compartía ni apoyaba el proyecto de Puigdemont Junqueras. Tampoco que calificaría de irresponsable al 'conseller' de Interior, Joaquim Forn, o que se había puesto al servicio de jueces y fiscales para mantener el orden constitucional. Aquella declaración rompió para algunos el espejismo de que los Mossos estaban al servicio de la causa. Otros verían a un traidor que solo trataba de blindar su defensa.

La cara de Trapero saltó involuntariamente del anonimato en agosto del 2017.  Tras los trágicos atentados de Barcelona pasó a ser aclamado como ídolo por gran parte de la ciudadanía. Y con él, el cuerpo que dirigía. Gloria efímera porque, semanas después, al tiempo que se aprobaban las “leyes de desconexión”, las diferentes fuerzas políticas revolcaban en el fango a los Mossos y se marchitaban las flores que se habían depositado en sus vehículos. El uso de la policía catalana como arma arrojadiza sigue como única constante ante el vaivén de los intereses políticos de todo signo.

Desde entonces, la cúpula de Mossos se ha esforzado por recomponer las relaciones con judicatura, fiscalía y con el resto de cuerpos de seguridad. Desde algunas formaciones esa normalización se observa con recelo. Quizá por ello los Mossos siguen en tela de juicio. Incluso el ‘president’ prefiere cuestionar a su 'conseller' de Interior que censurar sin titubeos acciones violentas contra el orden público.

La figura de Trapero tiene entre sus propias filas tantos simpatizantes como detractores por su carácter y maneras férreas, pero genera mayor desasosiego entre quienes quisieron patrimonializarle a él y al cuerpo y ahora le ven en el banquillo. Quizá las reservas que expresó a Puigdemont en privado sobre los riesgos del 1-O podrían haber aflorado públicamente antes de la votación. Ahora se enfrenta a las acusaciones de pasividad y complicidad con el 'procés'. Le arroparán los principales mandos del cuerpo pero no se esperan grandes manifestaciones de respaldo. Estará solo, una sensación que habrá experimentado buena parte del cuerpo de Mossos en más de una ocasión.