La industria audiovisual

El cine español ¿en peligro de extinción?

Es triste que los buenos productores cinematográficos se pasen a las series ante la dificultad de hacer películas

Ilustración de María Titos

Ilustración de María Titos / periodico

Ángeles González-Sinde

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No son ni una ni dos, intuyo que son mayoría las productoras de cine de España que están abandonando el cine para volverse hacia las series ante la dificultad cada vez mayor de producir películas. Hay quienes opinan que esto no es grave, que las series interesan más al público y que hay que responder a esa demanda, que además las series tienen tanta calidad que allí se hace hoy el mejor cine. Pero esta es la semana de los Premios Goya y es crucial recordar por qué hay una enorme distancia entre una película y una serie y por qué nos conviene a todos que se siga haciendo cine.

Como explicaba muy bien el crítico Richard Brody en un artículo del 'New Yorker' del 2016, el ascenso del prestigio de las series ha coincidido con la expansión del uso de internet, su aliado principal. Se debaten en la red de manera colectiva y encajan perfectamente en nuestros nuevos hábitos digitales, mientras que la del cine sigue siendo una experiencia individual, personal e introspectiva y de digestión lenta. Las series, por buenas que sean, se financian y se ofrecen en el marco de una cadena o una plataforma, una industria en la que las cifras son el único criterio ya sea de audiencia, de clics, posts o tuits de críticos, periodistas y espectadores. Su proceso de creación se parece más al de una empresa fabricante de cualquier otro producto de consumo con su departamento de márketing que investiga, ejecutivos y directivos que toman decisiones según un plan de negocio y accionistas ante los que responder, con la ventaja de que controlan todas las fases: desarrollo, producción, márketing y distribución dejando poco margen a los independientes. Esto en sí no es malo, es incluso razonable, pero simplemente da resultados distintos pues obedece a un criterio editorial diferente.

Los largometrajes más nominados a los Goya serían inconcebibles en forma de episodios

Las películas por su parte (a menos que sean películas promovidas directamente por cadenas y plataformas), suelen nacer de una voluntad individual. El proceso que las genera es mucho más subjetivo y artesanal lo cual las hace mucho más arriesgadas económicamente pues una productora de cine no es más que un taller que fabrica piezas únicas, prototipos sin posibilidad de rectificación una vez se lanzan al mercado. Los largometrajes que más nominaciones han obtenido, 'Dolor y gloria', 'Mientras dure la guerra', 'Lo que arde' y 'La trinchera infinita', serían inconcebibles como serie, nacieron de la iniciativa personal de un director, un guionista o un productor y ofrecen un contrapunto a ese otro retrato de la realidad que nos dan las series.

En nuestro país la legislación que regula la inversión pública en cine ha ido variando con los años, pero el contexto ha evolucionado con mucha más velocidad y algunas de esas medidas en lugar de ayudar, se han vuelto en contra del cine.  Es hora de rectificar. Por supuesto el aumento de la producción de series es una gran noticia, ha reactivado la industria y la creatividad, genera trabajo y nos permite contar historias desarrollando personajes y tramas sin las constricciones del formato largometraje, pero ninguna de estas ventajas es suficiente para abandonar el cine. Es triste escuchar a los buenos productores cinematográficos de este país contarte los proyectos de serie que manejan pues dan el cine por perdido. Confío en que el nuevo ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, comprenda que lo que hace significativa, compleja y rica la cultura audiovisual de un país, como la literaria, la musical, la teatral o cualquier otra, es el riesgo y la diversidad, que todas las miradas convivan, sean películas o series.