Lucía Etxebarria

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Meghan Markle, la ultraderecha y el impacto directo

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Hace año y medio, en esta misma sección, publiqué un artículo titulado La traición de Meghan Markle. Escribía yo: «Los medios de comunicación crean unos titulares tan bochornosos como para alentarnos a las mujeres a competir entre nosotras por una cuestión tan estúpida como un vestido». Y añadía: «¿Por qué se presta Meghan a hacer de florero andante?». Ya entonces, me escandalizaba el discurso de ciertos medios. 

Todo empieza cuando Enrique empieza a salir con Meghan y los tabloides la describen como «'raunchy'» (salida, y no se referían a puertas) y «'spicy'» (picante). Un periódico dice: «Nunca hubiera imaginado que una descendiente de esclavos acabaría siendo princesa». Hablo de medios como 'The Sun' y 'The Daily Mail', con tiradas de millón y medio de ejemplares en papel.  Otros son un poco más moderados, pero el racismo sigue ahí. De forma mucho más sutil. Casi invisible. A Meghan la describen como «exótica» (¿exótica? ¡Ni que viniera de una ignota tribu zulú!) y a la pareja como «moderna y progresista». Nada especialmente moderno o progresista han hecho Enrique y Meghan al casarse en un país en el que 1,24 millones de personas son de etnicidad mixta y un 40% de los matrimonios implican a una persona previamente divorciada.

Después llegan las comparaciones constantes con Catalina: Si Catalina se acaricia el vientre, es un gesto tierno; si lo hace Meghan, es teatral. Si Catalina come aguacate, es dieta sana, si lo hace Meghan, antiecológico; si Catalina usa un ramo de flores silvestres es elegante, si lo hace Meghan, una horterada…  Hasta 20 titulares ha recogido 'BuzzFeed' en los que se prueba que los medios siempre se ponían en contra de Meghan y a favor de Catalina.

Los tabloides 
británicos crean 
un discurso 
racista también 
desde lo
no dicho

A Meghan se la retrataba como una manipuladora. Si no se presenta al pequeño Archie en sociedad ni hay fotos del bautizo, es porque Meghan no quiere. Pero, antes de conocer a Meghan, Enrique ya había anunciado su intención de que sus hijos se criaran sin exposición pública. Si los duques de Sussex no se relacionan mucho con la familia real, es culpa de Meghan. De soltero, Enrique ya era el verso suelto de la familia, pero no dejemos que la realidad nos estropee un buen titular. Se difunden noticias sobre niñeras despedidas o «el carácter despótico de Meghan» siempre refiriéndose a fuentes «de total solvencia» pero, mira tú, nunca identificadas. Se cuenta que Catalina y Meghan se pelearon y Catalina acabó llorando. No importa que la familia real emita un comunicado desmintiéndolo, la noticia se reproduce una y otra vez.

Una «campaña implacable» contra Meghan, en palabras de Enrique.

Decía Foucault que los dispositivos de control de una sociedad pertenecen tanto a lo dicho como a lo no-dicho. Desde ahí desarrollaron Lazarsfeld y Katz la teoría del impacto directo: Los medios nos van inoculando ideología, como por una aguja hipodérmica, sin que nos demos cuenta. Es decir, los medios británicos han creado un discurso racista también desde lo no dicho. Nadie ha necesitado llamar a Meghan «negra promiscua y metomentodo», pero lo que ha habido es una campaña orquestada desde los mismos medios que han contribuido al 'brexit' y al ascenso de Boris Johnson. Un discurso que se articula en torno a creencias religiosas, identidad nacional, protección contra la inmigración, una idea ultraconservadora de lo que es familia y especialmente restrictiva sobre  lo que es comunidad nacional. 

Es el mismo discurso que atraviesa los medios de todo Occidente.

El responsable de las victorias de Trump, Le Pen, Bolsonaro, Viktor Orban, Vox...

Es el viejo discurso misógino y racista.