Derechos de la mujer

La asignatura pendiente sobre el aborto

Todas las mujeres tienen derecho a interrumpir el embarazo de forma segura a cualquier edad

Ilustración de María Titos

Ilustración de María Titos / periodico

Ana Bernal-Triviño

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El aborto sigue y seguirá siendo el tema más polémico. Limitar y condicionar la libertad sexual y reproductiva de la mujer ha sido una constante de ideologías conservadoras y del mensaje religioso. Es el tema más enquistado respecto a los derechos de las mujeres, fuera de nuestras fronteras y dentro. 

El foco siempre está en el mismo mensaje. En creer que las mujeres actúan irresponsablemente, por capricho, o considerarlas inmaduras para decidir libremente. Si eso ocurre con mujeres adultas, imaginemos con las que tienen 16 o 17 años. Es cierto que son menores de edad pero no son niñas. Van a tener relaciones sexuales en una sociedad que, además, hipersexualiza cada vez a edades más tempranas. Las estadísticas apuntan que cada vez se tienen sexo antes, entre los 13 y 15 años.

No podemos impedir el deseo y el enamoramiento entre adolescentes ni mucho menos que busquen remedios por internet para abortar, porque va a ocurrir.

El consentimiento paterno

La ley de plazos de Zapatero permitía el aborto a menores de 16 y 17 años, pero debiendo informar a sus padres, salvo conflicto familiar. Con la propuesta de reforma de Gallardón, llegó el Tren de la Libertad del movimiento feminista como respuesta. El Partido Popular no consiguió una victoria total, pero sí parcial, frente a la ley de Zapatero. Desde entonces ya no bastaba con informar a los padres, es obligatorio su consentimiento.

El Estado no puede tolerar que menores arriesguen su vida con opciones clandestinas

El Estado no puede tolerar que, por ser menores, esas mujeres aborten de forma clandestina e insegura, con compras de píldoras en internet sin ningún personal médico detrás, que alimentan un negocio sin control a costa de poner sus vidas en riesgo. Hay menores que viven con pánico la respuesta del entorno familiar. Y ese miedo les hace obviar los efectos secundarios que esos medicamentos comprados en la red provoquen.

"Pues que no se queden embarazadas", dicen algunas personas, como si fuera tan fácil la solución. Como si no hubiese condones que se rompen, parejas que fuerzan o convencen tener relaciones sin anticonceptivos, menores criadas también bajo unos padres o un sistema educativo (privado y religioso en su mayoría) donde la educación sexual brilla por su ausencia, menores que son víctimas de malos tratos en sus hogares y por eso marchan a otros, o jóvenes que viven lejos de sus progenitores y no pueden recabar el consentimiento.

Se supone que el Estado debe estar para cumplir con los derechos humanos. La propia ONU reconoce el derecho al aborto en condiciones de seguridad. Y eso cubre a todas las mujeres que quieran interrumpir su embarazo, independientemente de la edad, porque todas tienen el mismo derecho a hacerlo en esas mismas y mínimas condiciones de seguridad.

En este tema nunca faltan los bulos, como hacer creer que las leyes a favor del aborto provocan un aumento de casos, cuando las estadísticas apuntan lo contrario. La tendencia ha sido a la baja. Y también hay que asumir la idea de que quien aborta no hace de ello una fiesta. Es un proceso traumático, muy pensado y meditado, no exento de dificultades, y de un sistema público que tampoco lo pone fácil en muchas ocasiones sino que sitúa un peso extra sobre esas mujeres. 

Hay que afrontar la posibilidad de aborto a cualquier edad lejos de moralinas y culpas, y ofrecer condiciones de seguridad y apoyo a todas las mujeres. De no hacerlo, seguiremos escondiendo la cabeza bajo tierra y permanecerá el peligro de que esas menores vivan experiencias traumáticas o las lancemos al borde de la muerte por tener que abortar de forma clandestina y con miedo.