ANÁLISIS

El VAR nos confunde

51796738 60

51796738 60 / periodico

Albert Guasch

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Antes del partido que el Manchester City no pudo ganar ayer al Crystal Palace, los aficionados desplegaron abundancia de carteles contra el VAR. El más repetido y elocuente llevaba mensaje funerario: ‘Descanse el fútbol en paz: el VAR está aquí’. Las críticas al videoarbitraje retumban en la Premier y desde la distancia resulta sencillo denostarlas como otro movimiento conservador de una sociedad aferrada a lo suyo y lo de siempre. 

Ya no cabe descartar que este tipo de pancartas de rechazo empiecen a verse pronto por las gradas del fútbol español. Después de lo observado en el Bernabeu, la fe se resquebraja. No por el sistema en sí, necesario, sino por los encargados de aplicarlo. Como en la justicia, el problema no son las leyes, sino los hombres y sus prejuicios. Lo que tenía que ser matemático e inapelable se ha pervertido con intervenciones cargadas de subjetividad. 

Gudelj se mueve antes del remate de De Jong. Militao topa en Gudelj. Correcto. ¿Y cuántos contactos más existen en el área antes de ese remate? ¿Y no podía el madridista evitar fácilmente al sevillista? ¿No tenía ganada la posición? ¿Y cómo influye la sobreactuación del defensa en el árbitro al revisar la jugada?

Uso microscópico

Al final, este uso del VAR valida cualquier decisión del árbitro. Siempre hay un contacto, un roce. Puede decretar, tras revisión, que hay algo punible o que no es para tanto. Y nunca se va a equivocar, existen  diferentes miradas. Por cada uno de nosotros que sostenemos que la anulación del gol de De Jong fue un escándalo, aparecen muchos otros –es el Madrid– que detectaron una falta clarísima. Y vale lo mismo con las manos de Munir.

Un invento que empezó para evitar errores garrafales se ha convertido en un utensilio microscópico que interviene en cuartas o quintas repeticiones. Los aficionados estamos cada vez más confundidos y, lo que es peor, más intranquilos que felices inmediatamente después de cada gol y habiendo mirado la jugada. Y eso es un drama.