Proyecto territorial aparcado

Después del 'procés': la Gran Barcelona

Está por ver si ERC concibe la conurbación como un impulso y no como una amenaza para Catalunya

Ilustración de Monra

Ilustración de Monra / periodico

Andreu Claret

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Tras tantos días de agobio, conviene empezar a pensar en el futuro. Con proyectos que permitan superar la lógica de los últimos años. Proyectos que ayuden a desbloquear la polarización que vive España y eviten el colapso institucional de Catalunya. Uno de estos proyectos, que solo hace falta desenterrar, es el de la constitución de una Gran Barcelona, que le permita a la capital catalana ganar en peso y en influencia. En España y en Europa. Y a las ciudades de su entorno, navegar por el mundo a bordo de un portaviones. La idea no es nueva. Fue formulada por Pasqual Maragall en los años 80 y finiquitada por Jordi Pujol a finales de la década. Pujol siempre vio como un peligro una conurbación que reunía la mitad de la población de Catalunya. Tras él, vino un tripartito incapaz de abordar ideas de este calibre, y tras el tripartito vino el 'procés' que lo supeditó todo al sueño de una república independiente.

No estamos hablando solo de reparto del poder sino de una cuestión que afecta a los más de tres millones de ciudadanos que viven en Barcelona, L'Hospitalet, Cornellà, Esplugues, Sant Just, Sant Joan, El Prat, Sant Boi, Viladecans, Gavà, Castelldefels, Sant Cugat y más allà. La ciudad extensa de 628 kilómetros cuadrados, de la que hablaba Maragall, en contraste con la ciudad densa, que era entonces Barcelona, con sus apenas cien kilómetros cuadrados (aunque esta definición ya no resulta operativa cuando el terreno disponible para edificar en el área metropolitana de Barcelona no llega al 3%). La Gran Barcelona respondería de manera natural al crecimiento urbano de las últimas décadas como lo hizo la Barcelona actual cuando rompió sus murallas, a finales del siglo XIX. Se trata de una ciudad nueva que Maragall imaginó con Collserola como su Central Park. ¿Otro sueño?

La idea de ciudad extensa fue formulada por Maragall en los 80 y finiquitada por Pujol a finales de la década

Depende de la política. Porque si Barcelona es hoy una ciudad asentada sobre una superficie seis veces más pequeña que Madrid es por la suma de lo que hicieron Franco y Pujol. Franco nunca quiso que agregara a sus municipios colindantes, como hizo Madrid. Aceptó a regañadientes un alcalde como Porcioles, que la pensó con ambición, y algunas ideas novedosas como las de Duran Farell, pero siempre mantuvo hacia la capital catalana una actitud de conquista. Pujol frenó el empuje que podían haber supuesto los Juegos Olímpicos decretando poco antes la <strong>disolución de la Corporación Metropolitana</strong>. Con ello seguía estrujando la ciudad en sus límites históricos y frustraba la oportunidad de colocarla en el mapa de las grandes urbes europeas.

Como en tantas otras cosas, Esquerra Republicana tendrá la llave del futuro de Barcelona si preside la Generalitat tras las próximas elecciones autonómicas. Su apoyo a la idea de una Gran Barcelona será la prueba del nueve de su disposición a hacer política mientras no se dan las condiciones para poner en práctica su programa máximo. Los dirigentes de ERC suelen decir que no son nacionalistas sino independentistas. Es un buen principio, porque el nacionalismo necesita de una Barcelona achicada, provincializada, al servicio de una Catalunya ideal. Esta por ver si el independentismo realista que ha impulsado Junqueras desde la cárcel es capaz de pensar Barcelona de otro modo. Si es capaz de concebir esta Gran Barcelona como un impulso para Catalunya y no como una amenaza. Mientras Torra presida la Generalitat, nadie puede imaginar que una iniciativa semejante esté sobre la mesa del Consell. Solo hace falta ver sus desplazamientos para comprobar cuales son sus prioridades. Habrá que esperar a que las próximas elecciones abran las puertas a un nuevo y más ambicioso tripartito.

Maragall dijo una vez que Madrid se iba. Dos años más tarde escribió que ya se había ido. En un libro reciente, Martí Font ha hecho balance de la comparación inmisericorde entre Barcelona y Madrid y ha analizado sus causas. Madrid cuenta con las prebendas del poder, claro está. Pero para desbancar Barcelona ha contado también con la inacción de los políticos nacionalistas y con la dimisión de la burguesía catalana. Barcelona ya no será la capital financiera de España, pero la Gran Barcelona puede aspirar a la capitalidad en muchos ámbitos: el industrial, las nuevas tecnologías, las iniciativas ligadas a la salud, los servicios de alto valor añadido. Para ello hará falta que desde la Moncloa y desde la plaza de Sant Jaume se apueste en esta dirección. Y que los actores implicados, empezando por Ada Colau y la alcaldesa de L'Hospitalet, Núria Marín, estén dispuestos a abordar el proyecto con amplitud de miras.