Opinión | Editorial

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Un protocolo que urge revisar

El accidente de Tarragona revela fallos en la coordinación de emergencia y también en la comunicación a la población

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Caos, incertidumbre y una profunda inquietud en las poblaciones cercanas siguió, este martes, a la tremenda explosión en la planta química de Industrias Químicas de Óxido de Etileno (Iqoxe), situada en el polígono petroquímico de Tarragona, el más importante del sur de Europa. Todavía se desconocen las causas precisas que causaron el desgraciado accidente que se ha cobrado tres vidas, lo que sí ha quedado en evidencia es el fallo en el protocolo de aviso. Durante unos angustiosos minutos, los vecinos de la zona no supieron cómo debían actuar ni si estaban expuestos a la inhalación de gases tóxicos.

Una vez al año, las sirenas del complejo industrial del área de Tarragona resuenan por los municipios más cercanos. Es el simulacro de accidente químico, el aviso para que los habitantes reconozcan la señal de advertencia y sepan que deben confinarse en sus domicilios o espacios cerrados. El pasado martes, las sirenas callaron. Al sobresalto del estallido siguió la inquietud de no saber cómo actuar. Las informaciones fueron dispersas, incluso contradictorias, lo que disparó aún más la angustia de la población. Aunque al fin resultó que no hubo emanación de gases tóxicos, la comunicación y coordinación entre la industria y Protecció Civil se reveló claramente insatisfactoria.

Por un lado, parece que la empresa no avisó con la celeridad necesaria del alcance y la condición del accidente a la Administración. Por otro, Protecció Civil de la Generalitat no utilizó las sirenas de aviso para avisar a la población, pero sí las redes sociales para pedir el confinamiento y algunos voluntarios recorrieron las calles de los barrios más próximos llamando al confinamiento preventivo. Desde el departamento de Interior se asegura que las sirenas no se activaron al recibir un informe de los bomberos asegurando que no había nube tóxica. Al fin, un desbarajuste que solo aumentó el alarmismo de los vecinos y que resultó claramente desigual. Ni todos los vecinos oyeron la megafonía ni, aún menos, todos tuvieron acceso a las redes sociales.

Es evidente que los minutos después de un accidente de tales características son de una especial confusión y dificultad. Para estos casos existen los protocolos, un conjunto de normas creadas para guiar los pasos y minimizar los errores en situaciones complejas. Parece obvio que, en Tarragona, el protocolo no cumplió su cometido y, por lo tanto, urge revisarlo. Ante el desconcierto generado, resulta imprescindible mejorar la coordinación entre empresa y Administración, y también la comunicación con la población. El ‘conseller’ de Interior, Miquel Buch, ha pedido al Gobierno que se agilice la normativa para poder avisar de las emergencias a través del teléfono móvil. La medida ya funciona en otros países. Todo lo que facilite la información y reduzca la alarma ciudadana resulta una iniciativa interesante, pero no debe obviarse lo evidente: la tecnología no solventa los problemas de protocolo. Cambiar una sirena por un aviso en el móvil no es una solución si antes no se revisan los fallos a fondo y se trabaja en favor de una mejor organización.