La clave

Los tejanos de Iglesias

Da igual cómo se vista el rojo, que el palo siempre le caerá por parte de la derecha mediática

Pablo Iglesias, a su llegada a la Moncloa

Pablo Iglesias, a su llegada a la Moncloa / periodico

Joan Cañete

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La izquierda, ya se sabe, o felones o desaliñados. Como lo de comentar los modelos de las ministras ya no es admisible, ha sido la indumentaria de Pablo Iglesias la que ha merecido comentarios desconsiderados por parte de esa derecha mediática que critica al vicepresidente por ir con tejanos y a Alberto Garzón por lucir traje. Da igual cómo se vista el rojo, que el palo siempre le caerá.

Lo mismo ocurre cuando el presidente del Gobierno de izquierdas nombra a una exministra como nueva fiscal general del Estado. La derecha se escandaliza y da lecciones de separación de poderes. Me imagino, no sé, a Ignacio Cosidó, el que se jactaba de controlar «la sala segunda (del Supremo) desde detrás» gracias a Manuel Marchena, la mar de escandalizado por el nombramiento de Dolores Delgado. No hay que caer en el «y tú más», y es poco discutible que el nombramiento de Delgado es, cuando menos, poco estético, pero las lecciones de virtuosismo judicial, de separación de poderes y de nombramientos poco estéticos que puede dar el PP son más bien escasas. Los conservadores han anunciado que van a librar la guerra en el frente judicial y el Gobierno, con el nombramiento de Delgado, ha respondido que acepta el guante. Inaceptable, intolerable, como ser vicepresidente e ir con tejanos al Consejo de Ministros.  Porque como dice algún columnista de prensa madrileña, tan solo la derecha puede vestir como le da la gana en el Consejo de Ministros. O, añado, manipular las instituciones del Estado a placer. O incluso ostentar el poder.

El problema de la crítica feroz a todo lo que se mueve es que al poco tiempo se vuelve ineficaz. Cada día, según la derecha política y mediática, la izquierda acumula traiciones y desaires imperdonables a España y los españoles. Es un lío, ya no sé si es más grave la mesa con ERC, el pacto con Podemos, el nombramiento de Delgado o los tejanos de Iglesias. En el fondo, da igual. El ruido, cuando te acostumbras, no impide conciliar el sueño. Y Sánchez, quién lo hubiera dicho, parece que duerme tranquilo.