De boca en boca en la investidura
El disputado verso del presidente Azaña
Hasta que las derechas no sitúen a la República como antecedente necesario de nuestra democracia, será poco creíble que se reivindiquen en todo o en parte azañistas
Paola Lo Cascio
Profesora de Historia Contemporánea de la Universitat de Barcelona.
Paola Lo Cascio
Las sesiones parlamentarias siempre tienen sus protagonistas sobresalientes. En el caso de las dos sesiones del debate de investidura que se acaban de celebrar, además de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, de Pablo Casado, Santi Abascal, e Inés Arrimadas, hubo muchos más: Oskar Matute y Gabriel Rufián, Ana Oramas y Tomás Guitarte, el geométrico y brillante Aitor Esteban. Sin incluso subir al estrado, también fue protagonista la diputada común Aina Vidal, quien, con su determinación por querer ir a votar a pesar de su situación personal difícil, ha devuelto mucha dignidad a aquella frase a veces tan manida de que los diputados y las diputadas son representantes de la ciudadanía.
También hubo una figura que se erigió en protagonista sin estar ni siquiera en el hemiciclo: Manuel Azaña. Frases del político republicano han estado en boca del presidente Sánchez y también de Casado, Abascal e incluso Inés Arrimadas.
Sánchez, Casado,Abascal y Arrimadas citaron frases del político republicano en el hemiciclo
Sánchez utilizó un fragmento del famoso discurso 'Paz, piedad y perdón' de 1938 para censurar la actitud belicosa de las derechas, Casado y Abascal se remontaron a otro de 1936 ("Os permito, tolero, admito, que no os importe la República, pero no que no os importe España"), trufándolo con improbables vivas al Rey, para expulsar al candidato presidente de un supuesto perímetro "patriótico". Arrimadas -fiel a su libreto-, en cambio, rescató una frase crítica con la Generalitat de 1937.
Larga trayectoria
Pero ¿quién era Azaña? Y, sobre todo: ¿es posible reivindicarlo desde la derecha realmente existente hoy en día en España?
Difícil sintetizar aquí su larga trayectoria. El dirigente e intelectual nacido en 1880 en Alcalá de Henares, influido por el krausismo y joven ateneísta en Madrid, fue reformista durante la Restauración, aliadófilo convencido durante la primera guerra mundial, convertido al republicanismo durante la dictadura de Primo de Rivera y gran teórico de la colaboración entre republicanos y socialistas.
Accedió a la presidencia del Gobierno una vez proclamada la República, y desde ahí inauguró una etapa de profundas reformas democratizadoras en el ámbito agrario, militar, educativo, religioso y territorial, con la aprobación del Estatut d'Autonomia de Catalunya de 1932. Dimitió en 1933 y fue detenido después de los hechos de octubre de 1934, por encontrarse en Barcelona, aunque fue excarcelado rápidamente, al no poder ser imputado por ningún delito.
Con su nuevo partido Izquierda Republicana se integró en el Frente Popular y fue elegido presidente de la República. Estallada la Guerra Civil, fue pesimista sobre las posibilidades de ganar sin el apoyo de Francia y Gran Bretaña mientras que los sublevados recibían ayudas de la Italia fascista y de la Alemania de Adolf Hitler. Y fue Azaña quien después de los Hechos de Mayo 1937 nombró a Juan Negrín presidente del Gobierno, esperanzado de que el prestigio del doctor canario proyectaría la defensa de la República dentro y fuera de las fronteras españolas.
Horrorizado por la guerra, a partir de 1938 estuvo convencido de que la única salida sería el cese de las hostilidades y una reconciliación, que ya se antojaba imposible. Pasó la frontera en febrero de 1939 en fuerte desacuerdo con un Negrín que llamaba a la resistencia. Dimitió a finales de febrero y se apartó de la política activa. Ya en Francia, en 1940, huyendo de la Gestapo y la policía franquista, se instaló en Montauban, sorteando la repatriación gracias a la intervención diplomática mexicana. Después de sufrir un infarto cerebral en septiembre, moriría dos meses después.
El segundo intento
¿Es creíble la derecha reivindicando a Azaña? El intento no es nuevo: José María Aznar, en el bienio 1993-1994, primero con una conferencia en Barcelona y después con la presentación de un libro de Federico Jiménez Losantos, se declaraba "azañista", ensalzando su patriotismo cívico y liberal. Sin embargo, ni Aznar entonces ni Casado, Abascal o Arrimadas ahora dicen lo fundamental: para Azaña el patriotismo cívico estaba fuertemente relacionado con el republicanismo, que identificaba con la democracia y con una concepción plural de España. Azaña veía los defectos de la Segunda República, pero igualmente, tal y como escribiría el mismo en su exilio francés en 1939 "aunque hubiesen sido ciertos todos los males que se cargaban a la República no hacía falta la guerra. Era inútil para remediar aquellos males. Los agravaba todos, añadiéndoles los que resultan de tanto destrozo".
Por ello, y hasta que las derechas no condenen sin paliativos quienes destrozaron la Segunda República y sitúen esta última como antecedente necesario de nuestra democracia será del todo poco creíble que se reivindiquen en todo o en parte azañistas.
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