IDEAS

Las tres edades de Handke

Peter Handke, en su casa de Francia, el pasado mes de octubre

Peter Handke, en su casa de Francia, el pasado mes de octubre / periodico

Jordi Puntí

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La concesión, hace unos meses, del premio Nobel de literatura a Peter Handke me ha llevado a releer uno de sus títulos más reconocidos: 'El miedo del portero al penalti'. Quizás habría que preguntar a Diego López, portero del Espanyol, el único que ha parado dos penaltis a Messi, si de verdad siente miedo cuando van a chutarle la llamada “pena máxima”, pero estoy seguro de que la novela de Handke se ha beneficiado de un título tan popular. Leída hoy, su prosa fría se puede ver como una onda expansiva de 'El extranjero', de Albert Camus (que por cierto, jugó de portero de fútbol). En la novela de Handke, Bloch, el obrero al que han echado de la fábrica, exportero, emprende un vagabundeo por la ciudad que refleja su angustia existencial. Incapaz de imaginar nada, acaba estrangulando a la taquillera de un cine con quien ha ligado. El mejor portero de fútbol, leemos, es aquel que no se mueve antes de un penalti, y así el delantero le chuta el balón a las manos. No está hablando sólo de fútbol, claro.

Publicada en 1970, 'El miedo del portero al penalti' adolece sensiblemente ese medio siglo de vida. Handke es autor de una obra muy amplia y difícil de medir (a pesar de la constancia de Alianza Editorial para traducirlo al castellano). Hay un Handke, también desde el inicio, que se sitúa en el centro de su obra y es más introspectivo. Pienso en 'Desgracia indeseada' (a partir del suicidio de su madre), 'Tarde de un escritor' (sobre el proceso de creación) o las reflexiones de un viaje a Soria y Burgos, en 'Ensayo sobre el jukebox'. Otra rama de esta obra es la que lo sitúa del lado de Serbia durante las guerras balcánicas, con intervención incluida en el entierro de dictador Milosevic. Sus opiniones y decisiones vitales le hicieron perder lectores, aunque la calidad de la obra no se resintiera, y no es extraño que con el Nobel sus detractores hayan puesto el grito en el cielo. Siempre que se quiere considerar la distancia entre la obra de un autor y su posición ideológica inmoral, se acaban citando los mismos nombres: los antisemitas Ezra PoundLois-Ferdinand Céline... Ahora, con la pátina dorada que le da el Nobel, quien lo desee podrá añadir Peter Handke a la lista.