La clave

Australia, un apocalipsis climático en tiempo real

Oceanía puede estar lejos, pero es nuestro doloroso presente, y ya ha quemado el equivalente al triple de la superficie de Cataluña

Una mujer mira a la cámara frente a su casa, azotada por los fuertes vientos que empujan el humo de los incendios en Nueva Gales del Sur, Australia

Una mujer mira a la cámara frente a su casa, azotada por los fuertes vientos que empujan el humo de los incendios en Nueva Gales del Sur, Australia / periodico

Carol Álvarez

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En noviembre de 2019 llegamos a la fecha en que Ridley Scott hizo de <em>Blade Runner </em>un futuro ya presente, lleno de humos, neones y oscuro, pero aún alternativo. Él lo hizo más lluvioso de lo que está siendo, pero su profecía se ha cumplido en muchos sentidos de forma alarmante. Harrison Ford transitó de esa película a la segunda entrega, ambientada en 2049, en que nos trasladamos a un escenario de apocalipsis nuclear en las ruinas de Las Vegas, con un cielo de polvo naranja irrespirable.

Buques y helicópteros del Ejército rescatando familias atrapadas en playas y pueblos cercados por las llamas son los protagonistas de este fin de década, pero es ese mismo color naranja plomo, que ha atravesado océanos hasta Chile, el que deja su sello más espeluznante en la tragedia que azota a Australia. En lo dramático, la muerte de más de mil millones de animales en un proceso de extinción de especies exprés sin precedentes es, de tan salvaje, difícil de asumir. Los rescates de koalas chamuscados y los hospitales de campaña veterinarios del Ejército, que cobijan murciélagos gigantes, canguros y raros marsupiales, nos aportan los documentos gráficos de la pesadilla: imprescindible y valiente es el trabajo de los fotógrafos en primera línea de la catástrofe mano a mano con los bomberos voluntarios.

Francisco Granados dejará sus escaños de senador y diputado autonómico

La renuncia de Francisco Granados como senador no se ha hecho esperar tras hacerse público su escándalo. / periodico

Asistimos a este particular armagedón en tiempo real. No se trata del último hallazgo de un exoplaneta: Australia está aquí, a 15.000 kilómetros y 18 horas de vuelo. Y no es un sociedad marciana. Tienen una democracia tan imperfecta como la nuestra, unos cuantos negacionistas del cambio climático con demasiado poder, Nadal juega partidos estos días en el Torneo de la ATP en Perth -y se ha sumado a una iniciativa solidaria para recaudar fondos- y hasta el Megxit ha abierto una nueva brecha en el desapego monárquico que cunde en su sociedad. Hoy la superficie quemada tiene el tamaño de Portugal. Hace unos días era la extensión de Irlanda, una semana antes, la de Bélgica. Tres veces la superficie de Catalunya. 

Los dramas del vecino se suelen mirar de reojo, atentos a las implicaciones directas sobre nuestras vidas, a las lecciones que podemos sacar en nuestro sistema. Solo a veces remueven conciencias y nos movilizan. Fridays for Future se manifestó este viernes en Madrid por los incendios, en apoyo a las movilizaciones convocadas en todas las grandes ciudades australianas;  plataformas de solidaridad se han activado en España. Los incendios australianos tienen todos los ingredientes para que nos reforcemos, con leyes y estrategias, ante el estallido de la crisis climática. Puede estar lejos, pero es nuestro doloroso presente. ¿A qué esperamos para actuar?