Peccata minuta

Posparto

La extrema tenacidad de Pedro Sánchez va cosida a una desmesurada y tal vez freudiana ambición personal, o incluso colectiva siempre que él sea César. Como Groucho, dispone de diversas ideologías en función del contexto

Pablo Iglesias, saludando a Pedro Sánchez tras la investidura.

Pablo Iglesias, saludando a Pedro Sánchez tras la investidura. / DAVID CASTRO

Joan Ollé

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Oídas una tras otra las tres y mil veces que (San) <strong>Pedro Sánchez</strong> negó rotundamente cualquier posible alianza con Unidas Podemos ni Esquerra Republicana, es de aplaudir su condición de junco flexible ante vientos contrarios. Su extrema tenacidad va cosida a una desmesurada y tal vez freudiana ambición personal, o incluso colectiva siempre que él sea César. Como Groucho, dispone de diversas ideologías en función del contexto.

También Arrimadas mil y una veces exhortó al candidato a explicar en el Congreso por qué las palabras y malas compañías de su discurso de investidura distaban tantísimo de aquellas de su programa electoral. A Sánchez le hubiera bastado recurrir al viejo refrán “de sabios es errar; de necios permanecer en el error”, como ya había mostrado muy gráfica y repentinamente <strong>en el picassiano abrazo con Iglesias.</strong> Contra los alaridos de la triple derecha, el casi presidente, con impecable tono y maneras de dandi de El Corte Inglés aseguró esta vez preferir el riesgo y la esperanza de futuro que volver al más feo de los pasados. No olvidemos que Vox y ERC tienen algo en común: no se acaban de sentir cómodos en la actual Constitución.

Así como nos constan los muchos Sánchez que se almacenan, cada vez más pequeños, en su muñeca rusa, también sabemos que hay muchos 'psoes' parapetados detrás de la rosa roja, hoy corazón sangrante que duda sobre a qué y a quiénes lanzar su “I love you”; hizo falta un decreto ley de pernoctación madrileña para evitar posibles ausencias accidentales o voluntarias en la votación final, y algunos barones despechados prefirieron seguir el acto por televisión desde sus respectivos despachos autonómicos. No es el caso de la plana mayor de JxCat, que optó por pirárselas del hemiciclo e ir a 'fer pinya' en su TV-3 con el recién inhabilitado Torra para, a primera hora del día D, regresar a la capital (¿quién abonó los billetes de ida y vuelta?) para votar unánimemente 'no' con sus homólogos de la derecha: Dios los crea y España les excita. ¿Por qué no se produce disidencia alguna en el 'pack' de las derechas nacionalistas? ¿Por qué nadie vuelca la más mínima autocrítica ante las vacías e incendiarias cantinelas de “vendepatrias-bolcheviques-anarquistas-terroristas-pro-etarras” por parte de los unos y de “Estado franquista y opresor” a decir de los otros? Tal vez porque ninguno de los extremos se han independizado de sus verdades absolutas, escandalizándose cuando entran 'ferrusolescos' ladrones a desvalijar sus casas.