Dos miradas

El fetiche del referéndum

El independentismo, con sus vaivenes y sus abusos, ha sembrado demasiadas dudas

Una mujer sostiene una urna del 1-O en la Diada del 2019.

Una mujer sostiene una urna del 1-O en la Diada del 2019. / periodico

Emma Riverola

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En el 2012, en plena crisis y austericidio, Artur Mas adelantó las elecciones. “Ha llegado la hora de ejercer el derecho de autodeterminación”, dijo entonces. El batacazo fue importante. Pronto, el combate cambió de nombre y el ‘derecho a decidir’ se convirtió en el subterfugio de moda. Hasta el PSC de Pere Navarro, desmarcándose del PSOE, lo apoyó en el Congreso. La resolución fue rechazada. El independentismo, enfermo de prisas e inconsistencia, también lo mató. El referéndum pasó a ser una "pantalla pasada" y, en el 2015, se convocaron unas elecciones supuestamente plebiscitarias.  La promesa era declarar la independencia en 18 meses. Se perdió el plebiscito y la hoja de ruta se cambió sobre la marcha. Llegó el “referéndum o referéndum”. También el 1-O, la DUI, el juicio...

Aunque el mantra es que el 80% de los catalanes quiere un referéndum, un 44% de los votantes del 21-D eligieron partidos contrarios a él. El independentismo, con sus vaivenes y sus abusos, ha sembrado demasiadas dudas. El referéndum se parece demasiado al artefacto fetiche para monopolizar el debate y mantenerse en el poder.