Análisis

Dos crisis políticas que relativizar

Pablo Iglesias saludando a Pedro Sánchez durante última sesión del debate de investidura.

Pablo Iglesias saludando a Pedro Sánchez durante última sesión del debate de investidura. / EFE / EMILIO NARANJO

Berta Barbet

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Después de tres intensos días de debate parlamentario, comienza a andar el nuevo Gobierno de Sánchez, el primero de coalición a nivel estatal de la democracia moderna española. Un Gobierno que, si nos guiamos por el clima de las sesiones, tendrá por delante no solo múltiples retos económicos, demográficos y sociales, también dos problemas políticos que dificultarán la tarea política. En primer lugar, la existencia de una oposición que aún no ha aceptado la derrota y parece dispuesta a cuestionar la legitimidad de las instituciones del Estado en el proceso. En segundo lugar, una distancia emocionalmente enorme entre el Gobierno y alguno de los partidos que han hecho posible su investidura, en especial ERC.

Ambos problemas tienen causas muy diferentes, y suponen retos muy desiguales para el futuro del Gobierno surgido. Pero ambos componen una crisis política que han llevado a un bloqueo de la acción parlamentaria de los últimos años, dificultando la actuación de los gobiernos y la generación de mayorías amplias para aprobar propuestas. Una situación que el actual Gobierno debería intentar revertir si quiere poder dar respuesta al resto de conflictos a los que se pretende encarar.

Así, el Gobierno entrante debería ser consciente de las dos crisis políticas con las que nace y los problemas que estas supondrán a la hora de poder debatir y aprobar propuestas en los diferentes temas. Pero probablemente hará bien en no obsesionarse con ninguno de estos problemas y generar un discurso que abra espacio para que los otros debates entren en el escenario. Otros debates que incluso pueden cambiar ligeramente la situación. Al fin y al cabo, no todos los temas deberían genera la cohesión que hemos visto estos días entre Vox, PP y Ciutadadanos. Y no todos los temas amplificarán las diferencias entre ERC y los socios de Gobierno con la misma fuerza.

Si el debate gira en torno a los conflictos políticos que estructuran el discurso de la oposición, el gobierno se quedará sin espacio para debatir los problemas que han permitido la actual coalición. Es probable que los ministros tengan mucho más complicado conseguir mayorías suficientes para aprobar medidas en el Parlamento. Y habrá un gran riesgo de que los votantes de los partidos de Gobierno se sientan muy lejanos a la actuación de sus representantes.

En resumen, hay un nuevo Gobierno que ha empezado a caminar en un debate donde se han visualizado claramente dos crisis políticas difícilmente negables. Irónicamente, sin embargo, será solo cambiando los términos del debate para que vuelva a girar en torno a otros conflictos como podrá sobrevivir. Será sólo abriendo debates donde los diferentes partidos puedan adoptar posiciones más pragmáticas y que cuestionen menos los principios del debate, como la política volverá a estar al servicio de las soluciones. Y, consecuentemente, como el Gobierno y las instituciones sobrevivirán.