La situación en Oriente Próximo

Bagdad retoma las riendas

Es hora de olvidar paternalismos occidentales y de que EEUU acepte las consecuencias de sus acciones oficiales y encubiertas

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Sonia Andolz

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Oriente Próximo nunca sale del foco mediático. Desgraciada e inmerecidamente, no se despega del interés económico, militar y geopolítico de las grandes potencias. Desde el inicio de la presidencia de Donald Trump no son pocas las voces que ven con preocupación la imprevisibilidad del mandatario norteamericano en sus decisiones en política exterior. A su sonada amistad con Arabia Saudí, sus dardos envenenados a los palestinos y la desastrosa retirada del norte de Siria dejando a la población kurda en la estacada, se le une estas últimas semanas unos movimientos desestabilizadores en Irán e Irak. 

Este acuerdo nuclear con Irán entró en vigor al final del mandato de Barack Obama y Trump anunció rápidamente que lo derogaría. En su habitual actitud errante e imprecisa, ha hecho que Irán se viera sometido a la incertidumbre y a un posible retroceso durante los últimos dos años. El pasado diciembre, tropas estadounidenses atacaron a una milicia iraní en territorio iraquí. Añadiendo al agravio, esta semana un bombardeo comandado por tropas norteamericanas acababa con la vida del general Soleimani, el considerado segundo jerárquicamente en Irán, por detrás del ayatolá. ¿Cómo se relacionan estos hechos con la situación en Irak? 

Relación de conflicto o antagonismo

Históricamente, Irán e Irak han mantenido una relación de conflicto o antagonismo. A finales de 1979, en plena guerra fría, Irak empieza a ser gobernado por Sadam Husein, del partido socialista Baaz, mientras que Irán vive una revolución contra la dinastía del Sah e instaura la República Islámica. Así, el futuro político de ambos países se desarrollará de forma divergente. Mientras que Husein gobierna bajo los principios panarabistas socialistas, en Irán el régimen de los ayatolás tomará el poder.

A pesar de haberse enfrentado en una guerra durante ocho años, desde los años 90 ambos países mantienen relaciones cordiales por los altos intereses comerciales. Así se explica que, al asesinato del general Soleimani esta semana le haya seguido una votación polémica en el Parlamento iraquí: la de obligar a las tropas extranjeras a retirarse del país. 

La votación insta al Gobierno a redactar el texto final que se volverá a votar en sede parlamentaria. Trump ya ha amenazado con sanciones y represalias en caso de seguir adelante. Las claves para entender el escenario actual pasan, inevitablemente, por los enormes intereses económicos que conlleva la presencia militar en la región.

En el año 2014, ante el avance de Estado Islámico en la región, el aún frágil Gobierno iraquí invitó a las tropas extranjeras a ayudarles en la defensa de la población. Fue un gesto más bien simbólico. Las tropas norteamericanas, estaban presentes en el país desde la invasión del 2003, a la que siguió la guerra que llevó a una coalición de países a instalarse en Irak y acabar con la vida de Sadam Husein. Nunca se demostró que hubiese armas de destrucción masiva pero la coalición aprovechó la coyuntura para asegurar posiciones, desplegar tropas y afianzar el desembarco de multitud de empresas privadas y contratistas mercenarios.

No hay una situación de emergencia que requiera la presencia de tropas extranjeras en Irak

En Irak, como en Afganistán, algunos países han construido redes clientelares que, en lugar de ayudar y apoyar el desarrollo de la región, aseguran que sus intereses económicos estén protegidos. Así, de confirmarse la decisión iraquí de expulsar a las tropas extranjeras, los países que simplemente han desplegado tropas oficiales bajo acuerdo bilateral, no verán con preocupación que Bagdad quiera retomar las riendas de su control. En cambio, aquellas potencias que han abusado, promovido una expansión económica y comercial no oficial, establecido negocios y acuerdos al margen del acuerdo sí se preocuparán de que se acabe su foco de beneficio. 

La comunidad internacional, tan denostada estos últimos tiempos por líderes populistas, individualistas y aislacionistas, debe dar un paso al frente. No hay una situación que requiera la presencia de tropas extranjeras y, si la hay, Bagdad puede solicitar apoyo en el marco de la ONU. Los principios internacionales dictan que todos los estados son soberanos y la presencia de tropas extranjeras debe ser solo a instancias de cada país o si la población está en riesgo. En tanto que club de estados, la ONU deberá apoyar la decisión iraquí de forma tajante.  Todos los países deben poder decidir y gestionar su gobernabilidad siempre y cuando no dañen a sus poblaciones. Irak debe poder retomar sus riendas sin paternalismos occidentales y Estados Unidos deberá aceptar las consecuencias de sus acciones oficiales y encubiertas. Queda por saber qué vías utilizará para castigar a los divergentes y si el resto de países girarán la mirada.