La sesión de investidura

De identidades y cohesiones

En las acaloradas discusiones de las Cortes apenas ha aparecido la desvergonzada acumulación de señales de la pobreza que nos aflige

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Josep Oliver Alonso

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Los debates de estos días han elevado el diapasón. Correligionarios de Sánchez advirtiéndole de infranqueables líneas rojas; gravísimas acusaciones de delito de lesa patria al PSOE por la derecha y la ultraderecha; imputaciones de traición en el independentismo catalán; oposición explícita de la jerarquía eclesial al nuevo gobierno… Desde una cierta distancia, parecería que los problemas de España o Catalunya se reducen a la cuestión territorial. Y aunque es del todo cierto que este ámbito es muy relevante, simplemente no puede tomarse la parte por el todo. Por ello, deja un regusto amargo el que, con la excepción del programa de Gobierno Sánchez-Iglesias, tanto en el debate de investidura en Madrid como en el cierre de filas alrededor de Torra en Catalunya, el amplísimo catálogo de problemas sociales y económicos que nos afligen haya estado ausente.

Ello no es casual. Los discursos identitarios, que postulan que se es miembro del grupo por encima de intereses de clase social o de ideología, arrastran el agua al molino de aquellos que los enarbolan. Primero, al apelar a la parte más emotiva de nuestra naturaleza, consiguen pingües beneficios electorales; segundo, además y vinculado a lo anterior, evitan entrar en el fangoso terreno de las políticas sociales que necesitamos y, en particular, de su financiación con impuestos, tan poco del gusto de poderosos grupos de interés políticos, económicos o sociales.

Otro regalo evolutivo

El uso de las banderas identitarias no es casual: algo hay en el 'hardware' heredado de la evolución para que sean capaces de arrastrar, en todas partes y épocas, a amplios grupos. Tiene ello que ver con la facilidad con la que los humanos nos autoengañamos, otro regalo evolutivo como mostró hace décadas Robert Wright en su fabuloso 'The Moral Animal: Why We Are the Way We Are' (1994): tenemos una facilidad innata en convertir aspectos de menor enjundia, como la identidad, en elementos centrales de nuestra existencia. En todo caso, que la adscripción a uno u otro nacionalismo sea la norma, no excusa que no se señale lo mucho que oculta el debate de las banderas. Porque la política va siempre de intereses que, en el fondo y al final, son de reparto del poder político y del crecimiento económico actual (renta) o del acumulado en el pasado (riqueza).

Por todo lo anterior, no extraña la ausencia de debate sobre cuestiones cardinales para la ciudadanía. Así, en las acaloradas discusiones de las Cortes, apenas ha aparecido la desvergonzada acumulación de señales de la pobreza que nos aflige: insuficientes bancos de alimentos; aumento de los sin techo; cuatro millones de familias pobres; o cerca de un tercio de niños viviendo esa dramática situación. Tampoco nada sobre las listas de una sanidad con hospitales prestigiosos, pero que se acompaña de una segunda línea de atención claramente insuficiente, con semanas o meses de espera. Y, por descontado, pocas referencias a los problemas habitacionales de los jóvenes en las grandes ciudades, o a los de aquellos no tan jóvenes y en alquiler que afrontan unos duros años como pensionistas. Añadan los que plantean la precariedad laboral, el cambio climático, la integración y las políticas de inmigración, la larga marcha hacia la igualdad de las mujeres o las incipientes escaramuzas para que los mayores sean considerados ciudadanos de pleno derecho. Para terminar, también han estado poco presentes aspectos cardinales del crecimiento económico y que afectan nuestro futuro bienestar: infraestructuras vinculadas a la producción, mejora del sistema educativo, igualdad de oportunidades en el acceso a la educación superior o impulso a la I+D. Por no hablar de las reformas pendientes en nuestro proyecto europeo, donde distan de estar cerradas las grietas abiertas por la crisis en el edificio común, como el 'brexit' ha puesto de manifiesto.

El gabinete PSOE-UP presenta una propuesta para tratar adecuadamente las identidades sin ocultar la necesidad de avanzar en la solución de algunos de los graves problemas sociales que nos aquejan. Pero hoy, como ayer, enfrentamos una difícil situación. Toda la algarabía de estos días muestra como tirios y troyanos se han confabulado para que la legislatura sea lo más corta posible. Mal asunto para el próximo Gobierno. Mal asunto para todos. Ojala erremos y el nuevo gabinete tenga una larga vida. Pero tengo para mí que no le dejarán, ni unos ni otros. En todo caso, ¡buena suerte, presidente! La va a necesitar usted y su gabinete pero, en particular, la necesitamos todos.