Elecciones en la isla asiática

Las urnas en Taiwán inquietan a China

Después del sonoro fracaso de los candidatos pro-Pekín en las municipales de Hong Kong, las elecciones en Taiwán pueden ser una bofetada a Xi Jinping, que agrave las relaciones con EEUU

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tit-0200107 / MARÍA TITOS

Georgina Higueras

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La hostilidad al Gobierno de Pekín marca la recta final de la campaña para las elecciones presidenciales de Taiwán, que se celebran el sábado 11 de enero. La presidenta y candidata a la reelección, Tsai Ing-wen, utilizó el mensaje de Año Nuevo para dejar claro a Xi Jinping que la isla no aceptará someterse al dominio del continente y aseguró que después de seis meses de <strong>protestas en Hong Kong</strong>, la iniciativa de ‘un país, dos sistemas’ ha quedado totalmente desacreditada. “La democracia y el autoritarismo no pueden coexistir en el mismo país”, declaró la dirigente de lo que Pekín considera una “provincia rebelde” y pretende recuperar incluso por la fuerza.

Estados Unidos, el tercero en discordia y principal valedor de Taiwán desde el triunfo comunista en 1949, no ha dudado en mostrar su apoyo a Tsai para poner en dificultades a China, su principal rival. En diciembre, advirtió a Pekín de que “se abstenga de acciones coercitivas que pongan en peligro la seguridad o el sistema social o económico” de la isla. El aviso se debió a la exhibición de fuerza china, cuyo segundo portaaviones, el 'Shandong', había surcado las agitadas aguas del estrecho en una de sus primeras maniobras. En julio, el Pentágono aprobó la venta de 2.200 millones de dólares en armamento y equipo al Ejército taiwanés -incluidos 250 misiles Stinger-, lo que fue duramente criticado en el continente, que le acusa de injerencia en sus asuntos internos.

Las protestas en Hong Kong han despertado la animadversión de muchos taiwaneses al Gobierno de Pekín

El deterioro de las relaciones entre Pekín y Taipei es una constante desde que en el 2016 Tsai Ing-wen, al frente del proindependentista Partido Democrático Progresista (PDP), accedió a la presidencia. En estos años, la República Popular ha tratado de acentuar el aislamiento de Taiwán atrayéndose a algunos de los escasos estados que aún mantienen relaciones diplomáticas con la isla, oficialmente denominada República de China.

La rotura del diálogo a través del estrecho de Formosa, según lo llamaron los navegantes portugueses en el siglo XVI, y la reducción del reconocimiento internacional de Taipei a solo 15 países hundieron el prestigio de Tsai. En primavera sus posibilidades de reelección eran mínimas frente al popular alcalde de Kaohsiung (segunda ciudad de la isla) y candidato presidencial de la oposición nacionalista (KMT, cercano a Pekín), Han Kuo-yu, que parecía destinado a sucederla. La crisis de Hong Kong, sin embargo, ha revitalizado a la presidenta, que se presenta a sus electores como la única líder capaz de hacer frente a la ambición de Xi Jinping.  

Para el Ejecutivo chino la independencia de la «provincia rebelde»no es negociable

El 31 de diciembre el Parlamento taiwanés aprobó una ley antiinfiltración que penaliza las actividades políticas respaldadas o financiadas por “fuerzas externas hostiles”, eufemismo dirigido a China, a la que muchos acusan de influir en la política y el proceso democrático de la isla a través de la financiación ilícita de políticos, medios de comunicación y otras instituciones. La ley fue respaldada por los 67 diputados presentes, ya que los del KMT se ausentaron a la hora de votar después de acusar al gobernante PDP de oportunismo para llenar las urnas. La legislación tensa aún más los lazos entre Taiwán y Pekín, que sospecha que Tsai Ing-wen busca la independencia formal de la isla.

Desde su ascenso, en noviembre del 2012, a la secretaría general del Partido Comunista Chino (PCCh), Xi Jinping se ha empeñado en el renacimiento de China y la reunificación pacífica de la patria, pero su llamamiento nacionalista está lejos de satisfacer a los 24 millones de taiwaneses, que observan alarmados el caos en que se ha sumido la región administrativa especial (RAE) de Hong Kong, que se rige por el acuerdo de un ‘un país, dos sistemas’. La incapacidad de las autoridades de la RAE, maniatadas por Pekín, para manejar la crisis ha desatado la animadversión de muchos taiwaneses hacia el Gobierno chino.

La mayoría de los expertos coincide en que Taiwán es la carta más conflictiva de la baraja que juegan EEUU y China, iniciada con la guerra comercial. El resultado de las elecciones será leído con sumo detalle tanto en Washington como en Pekín, que siempre ha considerado la “provincia rebelde” como la línea roja que no permitirá que nadie cruce, aunque haya que defenderla por las armas: Taiwán forma parte del territorio inalienable de China y su independencia no es negociable.

Después del sonoro fracaso de los candidatos pro-Pekín en las municipales de Hong Kong, las elecciones en Taiwán pueden ser una bofetada a Xi Jinping, que agrave las relaciones con EEUU y convierta en un calvario los preparativos del centenario del PCCh, fundado el 1 de julio de 1921, que el régimen quiere celebrar por todo lo alto.