ANÁLISIS

El Barça, a dieta

Valverde, en el entrenamiento de puertas abiertas en el Estadi Johan Cruyff.

Valverde, en el entrenamiento de puertas abiertas en el Estadi Johan Cruyff. / periodico

Sònia Gelmá

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Tras unos días de empachos poco saludables, las fiestas dejan paso a los buenos propósitos.  Se acabaron el turrón, los mantecados y los roscones; es el turno de las dietas purificadoras. El Barça, en cambio, no ha querido contribuir a los excesos generales y por eso nos han mantenido a dieta de juego incluso en estas fechas.

El derbi volvió a ser otro ejemplo: nada de sal en el menú y muy poco azúcar en los postres. De tanto racionarnos las jugadas, empezamos a sospechar que ya no son capaces de ofrecernos ningún manjar. No es una dieta que hayan empezado este año. Hace varias temporadas que nos aplican restricciones en posesión del balón, combinación de pases o esas exquisitas triangulaciones que no hace tanto nos deleitaban la vista. La escasez de juego se ha convertido en una norma y por eso, cuando hay algún destello de ese funcionamiento que antes era alimentación básica, lo celebramos como un lujo delicioso, por escaso.

La resignación del cocinero

Ante una dieta tan estricta, volvemos a pensar que hemos sobrevalorado a los ingredientes. Esa sería una explicación posible a la resignación del cocinero, un Ernesto Valverde que asume con naturalidad que su equipo no rematara al colista de la Liga cuando lo tuvo a tiro. Por calidad, la presencia de De Jong Griezmann debiera suponer una mejora sustancial del plato, pero no ha sido así hasta ahora. Aunque los espectadores tengamos hambre a cada partido, al parecer esta plantilla quedó saciada hace tiempo.

Queremos pensar que se están reservando, que tienen cuatro recetas guardadas para cuando llegue el momento decisivo

 Queremos pensar que se están reservando, que tienen cuatro recetas guardadas para cuando llegue el momento decisivo de la temporada. Pero si mantienen esta actitud tacaña en cuanto a esfuerzos durante todo el año, puede pasar que en abril ya no haya nada que cocinar. O lo más normal, que descubran lo que el resto intuimos, que ya no saben cocinar.

La plantilla asume la dieta como un mal necesario, como si fuera voluntaria. Les queda aquel primer año de Luis Enrique como referente. Fue por estas fechas y ante el Atlético cuando nació la imagen del tridente. Aquella temporada acabó en triplete. Cada enero de los siguientes cuatro cursos, nos hemos aferrado a aquel antecedente. Vamos a por el quinto intento.

Y así, este jueves, otra vez ante el Atlético, aquellos a los que la dieta aún no les ha desesperado, volverán a sentarse ante el sofá, con la esperanza de poder ver algo de fútbol por parte del Barça. Y rezarán para que, esta vez, el equipo no se dosifique, no se limite a la ley del mínimo esfuerzo, enseñe algo de voracidad, y por el camino, recuerde como era aquello de asociarse con el compañero.

Los optimistas mantienen la fe porque pese a que no les permiten ni un dulce para cerrar la comida, el resto de casas de la liga tampoco están empachadas. Pero ese es un triste consuelo para lo que debería ser el Barça. Un equipo que nos acostumbró de tal manera que pensamos que cada día podía ser Navidad.