Al contrataque

El muro contra la derecha

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Xavier Bru de Sala

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Ya que, según todo parece indicar, los esfuerzos combinados de todas las derechas no conseguirán defecciones en las filas del PSOE, Pedro Sánchez será, no solo el presidente del Gobierno, sino el gobernador del muro contra la derecha. De esto va, o de eso vuelve a ir la política española, de la solidez o la fragilidad y sobre todo de la duración de un muro formado por materiales aún más heterogéneos que en el pasado. Si el muro, además de sufrir constantes avisos de grieta, se derrumba, las derechas invadirán el territorio entero. En cambio, si aguanta toda la legislatura, Casado y los suyos deberán fastidiarse en el lado frío del muro, el de la ausencia de poder.

En cualquier caso, Pedro Sánchez podrá jurar -sinónimo hispánico de perjurar- que la existencia y, llegado el caso, la consolidación de este muro, no formaba parte de sus previsiones y menos de sus preferencias. Pero aquí lo tenemos. De manera aún más sorprendente, los defensores del sector más débil de este muro son independentistas que, por si fuera poco, solo tendrán derecho a esperar una triste paga, tal vez muy magra, a cambio de su enorme servicio a la estabilidad de un país que en el pasado inmediato han contribuido a hacer que se tambalee.

Sin la falta de sentido de Estado del PP, no habría muro contra la derecha sino espacio central dominado, con matices, por los que podían y deberían haber apoyado a Sánchez en nombre de la sagrada unidad. En vez seguir los dictados de la propia conveniencia, Casado espera que el ardor guerrero sirva para mantener el calor de sus partidarios en el lado helado del muro. La previsión es que todos los intentos, que serán muchos, de judicializar la política española, y obtener así el poder que las urnas y la falta de inteligencia política le han denegado, terminen en fracaso, al igual que fracasan y fracasarán las condenas o las inhabilitaciones a los líderes independentistas. De parecida manera pero a mayor velocidad.

Que la investidura, y por extensión la duración de la legislatura, está en manos de Esquerra es una evidencia. Ahora bien, ya no es tan evidente, y eso es lo que querrían las derechas, sus medios y sus jueces, que una vez levantado el muro en las presentes y dificilísimas circunstancias, los de Junqueras sean víctimas de un ataque de nervios y pongan su permanencia en juego empujando más de lo que puede suportar. No se trata de un muro provisional, de circunstancias, sino de una pieza imprescindible en una estrategia a largo plazo. Estrategia que no se verá cuestionada desde el Gobierno central, ni por supuesto desde una Europa que respira tranquilizada gracias a este muro, sino desde el sector puigdemontista de JxCat, que solo podrá sobrevivir políticamente si el muro se derrumba.