análisis
Cuando Irán responda
Trump justifica que el ataque era para evitar una guerra, pero su bomba es una declaración de intenciones que los ayatolás utilizan para recabar apoyos y cohesionar a un país
Rafael Vilasanjuan
Periodista
Rafael Vilasanjuan
Hace solo un mes con la subida del precio de la gasolina en Irán emergió un movimiento masivo que llevó a miles de personas a las calles para protestar contra el Gobierno de los ayatolás. Los Guardianes de la Revolución -el ejército ideológico del régimen- no dudaron en aplacar la revuelta con violencia y sangre. Se calcula que hubo centenares de muertos y miles de arrestados, incluyendo menores de edad. Entonces, a mediados de Noviembre, los ayatolás decidieron cortar internet en todo el país para evitar que las protestas y su represión circularan por las redes, pero aun y así, un rapero iraní exiliado en Francia conseguía filtrar una canción denuncia sobre la lluvia de sangre que asesinó a centenares de personas cuyo nombre y apellido han desaparecido tras las masacres.
En poco menos de un mes, a pesar del acceso restringido a la red, el rap de la revuelta se lo han bajado casi medio millón de iranís, en un país ahogado en su propia oscuridad interna, por el nepotismo, la represión y el descontento con quienes lo dirigen. Hace tan solo un mes el régimen necesitaba revulsivos para aplacar el descontento. Ahora las calles de Teherán gritan de ira y claman venganza por el asesinato del general Qasim Soleimani. El proyectil dirigido por EEUU ha sido suficiente para aplacar la agitación social y cohesionar al país en torno a una venganza anunciada que llegará en múltiples frentes.
Para Donald Trump la situación interna en Irán tal vez no haya contado mucho a la hora de decidir, pero conoce la fragilidad del poder iraní y hasta ahora mantenía reservas a un ataque directo, a pesar de las provocaciones de diferentes milicias que, apoyadas por Irán, atacaban objetivos americanos en Siria, Irak, Líbano o en Arabia Saudí. El hombre que dirigía esa confrontación implacable sobre intereses americanos era precisamente el general Soleimani. Había razones para considerarle un enemigo incómodo, pero a diferencia de los líderes terroristas Bin Laden o Al Bagdadi, Soleimani era representante legítimo de un Estado y la decisión de matarle, si no hay pruebas de hacerlo en legitima defensa, es una declaración de guerra.
Declaración de intenciones
El conflicto histórico entre los dos países, que hasta ahora se mantenía en la sombra, pasa a ser un conflicto abierto. Trump justifica que el ataque era para evitar una guerra, pero su bomba es una declaración de intenciones que los ayatolás utilizan para recabar apoyos y cohesionar a un país, preparándolo para la guerra. Mientras Irán se prepara para responder en múltiples frentes, desde Irak al estrecho de Ormuz, el presidente estadounidense se ha visto obligado a amenazar con 52 objetivos en caso de réplica.
Pero con la muchedumbre encendida de odio los ayatolás tienen campo por delante. Les basta con intensificar el legado envenenado del general Soleimani para incendiar toda la región. La gran pregunta por tanto no es si Irán responderá –que lo hará-, la pregunta es ¿Qué hará Trump entonces, si lo que buscaba es evitar una guerra?
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