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Esquerra da el paso

El gesto de la investidura servirá de poco si no se extiende a los presupuestos y el diálogo no avanza

Aragonès y Rufián se felicitan tras la votación de ERC para validar el acuerdo que investirá a Sánchez.

Aragonès y Rufián se felicitan tras la votación de ERC para validar el acuerdo que investirá a Sánchez. / periodico

Esquerra Republicana de Catalunya permitirá, finalmente, la investidura de Pedro Sánchez con su abstención. El partido dirigido desde la cárcel por Oriol Junqueras, desde Suiza por Marta Rovira y desde el Govern por Pere Aragonès se reafirma en la línea política realista que ha seguido este último año, ratificada en la elección de la dirección, en la ponencia política del último congreso y en el Consell Nacional de este jueves. La cúpula parece que tiene controlada una formación con unos estatutos asamblearios pero que ha resistido mejor que otras formaciones el envite de la denominada nueva política sobre las estructuras tradicionales de los partidos.

La decisión de Esquerra ha alarmado a una parte importante del sistema político español y ha desencadenado un cruce de acusaciones entre una parte de Junts per Catalunya, con quien comparte el Govern de la Generalitat, y la formación republicana, al que se han sumado las voces de la Asamblea Nacional Catalana (ANC) e incluso de la Cambra de Comerç, en otro ejercicio impúdico de uso partidista de todo tipo de instituciones. No es la primera vez desde la recuperación de la democracia que Esquerra sufre este tipo de envites de parte de lo que antes era CiU: pasó tras las elecciones de 1980, tras la formación del primer tripartito en el 2003, tras el pacto de Mas con Zapatero para recortar el Estatut del 2006 o tras la negativa de presentar listas conjuntas. Esquerra, aparentemente, se ha hecho resistente a este tipo de presiones. Pero este capítulo no ha hecho más que empezar.

Lo cierto es que Esquerra no renuncia, en nada de lo pactado con el PSOE de Pedro Sánchez, a su objetivo político de la independencia, aunque sí que aparca la denominada vía unilateral, la que se usó en septiembre y octubre del 2017 y que acabó en condenas de más de 100 años para quienes dieron la cara por ella. Y que, además, ha dejado secuelas en la convivencia entre los catalanes que impiden al independentismo alcanzar su pretensión de ampliar la base de su apoyo social o internacional. La fórmula acordada con los socialistas y con Podemos está repleta de ambigüedades, con artefactos que cada parte entiende a su manera, desde la negociación entre gobiernos hasta la consulta a los ciudadanos para ratificar los acuerdos que se alcancen. La realidad del día a día despejará esos equívocos porque, lógicamente, se trata de recuperar la vía política y ello incluye el respeto a la legalidad. Por eso, más importante que la voluntad o la determinación de la dirección de los partidos firmantes del acuerdo, lo relevante será su fortaleza para aguantar las presiones de las próximas semanas y meses, que pueden comportar un adelanto electoral en Catalunya para intentar que la fugaz reaparición de Puigdemont le dé una nueva victoria frente a sus aún socios, ahora calificados de traidores.

Pero el gesto de la investidura servirá de poco si el compromiso no se extiende también a los próximos  presupuestos y la estabilidad del Ejecutivo, para lo el diálogo al que ambas partes se han comprometido habrá de dar algún fruto. El camino que inicia Esquerra es largo, complejo y difícil. Y le será necesaria la misma resiliencia que ha demostrado a la hora de decidir el sentido de su voto ante la investidura.