IDEAS

El poder de la imaginación

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Jordi Puntí

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El sábado 28 de diciembre, hace una semana, estuve hojeando tres diarios en busca de alguna mentira escrita a conciencia, de esas que hace algunos años eran frecuentes en el Día de los Inocentes. No encontré ninguna. Algunas noticias me hicieron dudar por su naturaleza absurda, de chiste malo, o porque pertenecían al territorio de las informaciones deliberadamente falsas que buscan una empatía ideológica, pero no había ninguna escrita para jugar, es decir, con ese punto de locura inteligente que te engaña al tiempo que te pone en alerta del engaño. Los tiempos han cambiado. El exceso informativo de internet y el uso tendencioso de las redes sociales nos han ablandado la capacidad de sorpresa y de desconfianza. Se suele decir que ahora nos miramos más el ombligo, que nos fascina el culto superficial del yo, y por eso nos dan gato por liebre. Yo creo que, además, falla la imaginación, esa habilidad para inventar hasta límites absurdos, pero sin perder de vista la verosimilitud. Pienso en el ingenio para fabular con noticias falsas de El Mundo Today, por ejemplo. "Las discotecas de Barcelona se ofrecen a pagar la cláusula de Neymar", decía un titular su reciente. Cosas así.

El exceso informativo de internet y el uso tendencioso de las redes sociales nos han ablandado la capacidad de sorpresa y de desconfianza

La realidad supera la ficción, nos decimos, pero quizás la realidad ya es tan novelesca -de novela barata- que nos ha entumecido la imaginación. "La ficción es una verdad oculta en una mentira", escribía Stephen King, y con nuestra imaginación ponemos a prueba nuestra credulidad. En una entrevista, el dramaturgo Tom Stoppard decía que todo puede tener una explicación racional, aunque no lo parezca, y recordaba esta historia: "Un hombre compró un pavo real por puro capricho y lo tenía en el jardín. Un día, mientras se afeitaba por la mañana, aún en pijama, vio por la ventana que el pavo real escapaba por encima de la verja. Dejó la navaja y salió corriendo para atraparlo. Justo cuando lo había conseguido, en medio de una calle muy transitada, un coche pasó al lado de aquella aparición perpleja. El marido, que conducía, preguntó a su mujer: ¿qué fue eso? La mujer: un tipo en pijama, con la cara medio llena de espuma de afeitar, que llevaba un pavo real en brazos". Lógico.