A pie de calle
Escuela rica, escuela pobre
A pesar de los planes pedagógicos y de los esfuerzos de los enseñantes, la educación pública está condicionada, entre otros factores, por el nivel económico y cultural de las familias
Rafael Pradas
Periodista
Rafael Pradas
Es natural que la educación ocupe un lugar preferente en la Declaración Universal de Derechos Humanos, los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, la Constitución y el Estatuto. Es herramienta básica para comprender el mundo, adquirir habilidades, romper barreras, generar un proyecto de vida… La educación pública en concreto es el ámbito en el que la inteligencia, al menos en teoría, puede imponerse al dinero y ayudar a reducir las diferencias, a crear una sociedad más justa y democrática.
A partir de ese irrenunciable marco imaginamos una escuela integradora, capaz de preparar a niños y niñas para las diversas etapas de la vida, pero la realidad es más compleja. La educación pública no puede sustraerse a una evidencia: a pesar de los planes pedagógicos y de los esfuerzos de tantos y tantos enseñantes, está condicionada por las características de las familias, su nivel económico y cultural, su lugar de residencia y las expectativas en torno al futuro de los hijos. Se configura, en la práctica, una doble red de escuelas públicas, 'ricas' y 'pobres' para entendernos. Es 'segregación escolar'.
Composición social compleja
Se puede constatar en Barcelona, en las otras ciudades de Catalunya y de toda España (20.000 colegios públicos de primaria y secundaria) donde conviven centros públicos con una composición social compleja con otros también públicos de alumnado más homogéneo y programas pedagógicos avanzados.
En el distrito de Ciutat Vella el 80% de los centros de educación primaria y todos los de secundaria están considerados “de máxima complejidad”, pero en Les Corts o el Eixample no hay ninguno. En Ciutat Vella solo uno de cada diez niños recibe educación en la etapa 0-3 años, frente al 50% de media de la ciudad. El riesgo de fracaso escolar es ocho veces mayor que en Sarrià-Sant Gervasi.
En algunas escuelas públicas también de Ciutat Vella, se concentra un 75% de alumnos de nacionalidad extranjera cuando estos niños y niñas representan 'solo' el 40% de la población del distrito. En Sants-Montjuïc, Horta, Nou Barris, Sant Andreu o Sant Martí, viven menos de un 20% de niños extranjeros, pero hay centros en que llegan a ser el 50%.
Muchas familias de clase media con estudios superiores defienden la escuela pública y les atraen los centros innovadores, pero huyen de los centros complejos con muchos alumnos inmigrantes y/o de bajo nivel económico. Sin embargo, está acreditado que, gracias al llamado “efecto compañero”, cuando en las aulas hay integración, los alumnos con un nivel económico, social y cultural bajo mejoran, pero los más formados no empeoran. Las desigualdades entre escuelas y la concentración de alumnado vulnerable es un serio obstáculo para un avance social efectivo.
En Catalunya se aprobó el pasado mes de marzo un pacto contra la segregación escolar que necesita voluntad política y recursos de todo tipo. A modo de recordatorio digamos que el presupuesto para educación en el 2019 es inferior al del 2010, el año de los grandes recortes de Artur Mas.
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