Dos miradas

Oxígeno

No hay excusas para no cuidar la calidad del aire, pero cabe dedicar los máximos esfuerzos para no perjudicar aún más a quien cuenta con menos recursos

Cartel de aviso de la Zona de Bajas Emisiones en la Ronda de Dalt, la mañana del primer día en que ha entrado en funcionamiento.

Cartel de aviso de la Zona de Bajas Emisiones en la Ronda de Dalt, la mañana del primer día en que ha entrado en funcionamiento. / periodico

Emma Riverola

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La Zona de Bajas Emisiones ya es una realidad. Una medida imprescindible para tratar de preservar la salud de las personas y del planeta. Otra cosa es el varapalo que supone para quienes no pueden afrontar un cambio de vehículo. Es cierto que hay una moratoria de un año para conductores con ingresos inferiores a 8.000 euros anuales y que necesitan el vehículo para trabajar. Pero la situación se convierte en un auténtico calvario para tantos que se hallan en la frontera, en ese límite donde cualquier contratiempo supone que las cuentas salten por los aires. También para tantos vecinos que la ciudad expulsó y que una red de transportes renqueante solo parchea (a veces ni eso) sus necesidades.

No hay excusas para no cuidar la calidad del aire, pero cabe dedicar los máximos esfuerzos para no perjudicar aún más a quien cuenta con menos recursos. El patinete o la bicicleta es una opción, pero no es la solución para todos. Una red de transporte más asequible y de mayor calidad, en Barcelona y en su conexión con otras poblaciones, es imprescindible para muchos que también necesitan oxígeno para sus menguadas cuentas.