Opinión | Editorial

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Menos contaminación, más vida

En los próximos meses se deberá evaluar si se debe ir más allá de la actual regulación de la ZBE

Cartel de aviso de la Zona de Bajas Emisiones en la Ronda de Dalt, la mañana del primer día en que ha entrado en funcionamiento.

Cartel de aviso de la Zona de Bajas Emisiones en la Ronda de Dalt, la mañana del primer día en que ha entrado en funcionamiento. / periodico

La entrada en vigor de la Zona de Bajas Emisiones (ZBE) es, de manera concluyente, una buena noticia para la calidad del aire en Barcelona y los municipios cercanos, con la prevista reducción de los niveles de contaminantes como el dióxido de nitrógeno y las partículas PM10. La contaminación provoca muertes prematuras y es obligación de las administraciones implantar todas las medidas posibles para combatir esta mortalidad: actitudes negacionistas como las de la presidenta de la Comunidad de Madrid, en contra de la opinión unánime de la comunidad científica, son de una irresponsabilidad palmaria. 

El veto, durante el día y en las jornadas laborables, de unos 50.000 vehículos en el perímetro urbano delimitado por las Rondas, es una iniciativa pionera. Aun así, se trata solo de un primer paso, que aún se deberá evaluar para concluir hasta qué punto alcanza a cumplir los parámetros marcados por la UE y de la OMS. A lo largo de los próximos meses se podrá calibrar si la reducción de tráfico detectada  en la primera jornada de aplicación se confirma y si la red de transporte público, especialmente el interurbano, tiene capacidad para absorber el aumento de pasajeros que se vaticina. Generalitat y Ayuntamiento reconocen que la ZBE no será la panacea para los problemas de contaminación y que tendrán que estudiarse acciones más radicales. Pero los siguientes pasos, en caso de que sean necesarios, serán más difíciles. Una más exigente renovación del parque automovilístico puede generar nuevas desigualdades, que de momento se han intentado paliar con una exención temporal para las personas con ingresos mínimos. Y medidas más drásticas para reducir el número de vehículos en circulación, a través de nuevas tasas o de peajes urbanos, no cuentan hoy por hoy con el consenso social o político que sí concita la necesidad de seguir mejorando la alternativa más racional, la constante mejora del transporte público. Con todo, y pese a las incertidumbres que se puedan plantear, el de este 2 de enero ha sido un primer paso en el camino para vivir en una ciudad más saludable.