Las presiones de JxCat contra ERC

Dime de qué presumes...

La posconvergencia hace a Catalunya más pequeña con su aversión patológica a Junqueras, la vampirización de cualquier plataforma unitaria, el menosprecio a los republicanos y las campañas miserables contra personas honradas como Joan Tardà

Ricard Gràcia

Ricard Gràcia / RICARD GRACIA

Sergi Sol

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Algunos republicanos, ante la virulenta ofensiva del mundo neoindependentista y sus satélites, responden apurados exigiendo que los de Puigdemont rompan con el PSOE en la Diputación de Barcelona. Esa que el astuto Iceta le birló a ERC gracias al apoyo entusiasta de los de Puigdemont. <strong>Para Iceta la cuestión era hacerse con la presidencia de la Diputación,</strong> con ese poderoso ente que gestiona discrecionalmente centenares de millones de euros. Para los de Puigdemont solo se trataba de impedir que ERC la presidiese. Antes roja que republicana, se dijeron. Pactando con ERC también hubieran sacado tajada. Incluso más. Pero la prioridad era otra, cortar por lo sano la estrategia republicana de asaltar los feudos del PSC. Y sabotear así una estrategia diáfana que pugna ante el PSC por lograr un independentismo mucho más homogéneo territorialmente.

Los dirigentes de la posconvergencia viven en otra dimensión, más pareja a la de los años dels Jocs Florals. O eso parece. Su Catalunya se complementa con la del PSC, vivieron de repartírsela y siguen en sus trece. Para el PSC no es un problema puesto que en esa Catalunya dual viven cómodos. Lo gordo es que a los posconvergentes, hoy profesando la fe de los conversos, les plazca tanto esa Catalunya de antaño, dual. Porque ese es precisamente el talón de Aquiles de la anhelada República.

Alardean entre las buenas gentes de priorizar el país a sus intereses de partido. ¡Hay que joderse! Dime de que presumes y te diré de que careces. Nadie, jamás, ha tenido un sentido tan claro de clase social y dominante. Nadie ha tenido tan claro, siempre, que ante todo, bajo cualquier circunstancia, solo a ellos les correspondía mandar. El orden natural de las cosas. Solo cabe recordar a Marta Ferrusola cuando se exclamaba ante el cambio de Govern en la Generalitat: "Es como si los ladrones hubieran entrado en casa". Igual se puede decir más alto pero no más claro. Luego vino Mas con el "puedo ser el primero o el último" para someter a ERC a su batuta. Qué tomadura de pelo. Jamás de los jamases. Cuando fue el momento ni por un instante consideraron la posibilidad de ofrecer a Raül Romeva la presidencia de la Generalitat. Y cuando alguien lo insinuó, tímidamente, enloquecieron. "Pero que se han creído estos patanes", se decían.

Catalunya se hace pequeña cuando la piensa ese nacionalismo que ha devenido independentista en un abrir y cerrar de ojos. Y que incluso ahora abomina de su pasado o lo pintan como si otras gentes lo hubieran protagonizado. La aversión a a Junqueras tiene tintes patológicos, sus diatribas son una constante contra el hombre que propugna un independentismo que integra el país con toda su complejidad para ganar una República (catalana) frente a una Monarquía que con Felipe VI cosecha un rechazo histórico. Aunque no para Borràs, que acude con una sonrisa al besamanos real.

Menosprecio miserable

El menosprecio a los republicanos, las constantes descalificaciones, la vampirización partidista de cualquier plataforma unitaria, las miserables campañas contra personajes honrados como Joan Tardà (él ya estaba en esto cuando otros que ahora le insultan jugaban a las comisiones de obra pública) junto al desprecio a la complejidad del país dan buena medida de sus prioridades y son el fiel reflejo del dicho ‘aunque la mona se vista de seda, mona se queda’.

Y ahora, con la excusa de la investidura, lo que están lanzando es, sin lugar a dudas, una campaña electoral, aporreando con la estelada a los republicanos, a los que invistieron a Torra. Y antes a Puigdemont. Y antes a Mas. Mientras estos les han devuelto esas investiduras siempre con el mayor de los desprecios o pactando la jodienda, con Iceta, a lo largo y ancho de la región metropolitana. Hay que tener coraje para luego arremeter contra la materialización del ‘sit and talk’. Hay que ser muy soberbio para ni agradecer que si Junts tiene grupo propio en el Senado es gracias a ERC, que si hoy Puigdemont y Comín pisan ya el Parlamento Europeo es gracias a la 'doctrina Junqueras', que si el independentismo crece es gracias, como indican todos los expertos en demoscopia, a la capacidad de ERC de sumar y sumar.

Y luego está el presidente de la Generalitat -que se ha comido, de buena gana o no, los pactos y todas las triquiñuelas de los suyos- metiendo baza en el debate interno de ERC, <strong>presionando sin ningún respeto, </strong>incluso antes de que ERC culminara el debate interno.

Los republicanos deben seguir tomando sus decisiones racionamente por mucha bilis intimidatoria que los cortesanos lancen contra los plebeyos. Podrá ser discutible la estrategia republicana. Pero han fijado un rumbo que contrasta con los aspavientos y una gesticulación grandilocuente y cada vez más feroz de aquellos que, como el perro del hortelano, ni comen ni dejan comer.