Análisis

Bocadillos de paleta y ratas como gatos

En Betevé fuimos de los primeros en llegar al 22@, los conejillos de indias de una zona que ahora está irreconocible

El tramo de la calle Almogàvers afectado por la 'superilla'.

El tramo de la calle Almogàvers afectado por la 'superilla'. / JORDI COTRINA

Eva Arderius

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Recuerdo perfectamente la primera semana de trabajo en los nuevos estudios de Betevé, en el 22@, en el Poblenou. Era el año 2005 y la televisión pública de Barcelona se acababa de mudar. Dejábamos Via Laietana, en pleno centro de la ciudad, donde las manifestaciones nos pasaban por delante, podíamos ir a pie al Ayuntamiento y a la Generalitat y teníamos tres líneas de metro a menos de cinco minutos para desplazarnos. Y de repente nos llevaban, porque esta era la sensación, a un sitio inhóspito, lleno de obras, naves abandonadas y calles vacías.

Recuerdo que en ese momento había dos bares, en uno los vasos sucios flotaban en el agua turbia del fregadero, en el que teóricamente era mejor, había la leyenda que las cucarachas se paseaban tranquilamente por la barra. En los bares se hacía el silencio cuando entrábamos, las de Betevé éramos las únicas chicas que íbamos, los bocadillos que pedíamos para desayunar los podíamos compartir entre cuatro, eran los que necesitaban la gente que estaba trabajando en las obras y las fábricas. Estábamos como un pulpo en un garaje, no pasaban taxis, era habitual ver ratas del tamaño de gatos -aunque esto no ha variado mucho-, y los fines de semana se hacían unas 'raves' rarísimas que duraban todo el día. No nos gustaba nada estar ahí, por mucho que los estudios doblaran el espacio de los de Via Laietana. Se hablaba de un distrito tecnológico y costaba visualizar qué quería decir aquello, la tecnología más puntera era la de la máquina tragaperras del bar.

El proyecto lo lideraba el entonces alcalde Joan Clos, y aparte de los más puestos en el tema, nadie se acababa de creer que allí llegarían empresas internacionales importantes. ¿Quién querría un sitio como este? En Betevé fuimos de los primeros, fuimos los conejillos de indias de una zona que ahora está irreconocible. En esto, el tiempo ha dado la razón a Clos. Algún día se tendrá que hacer justicia con algunos de los proyectos de un alcalde al que no se tomó nunca del todo en serio, pero que planificó y pensó más allá del momento, aunque el éxito, como ha pasado en este caso y como pasa con muchos proyectos municipales, se lo llevasen los que van detrás.

Los vecinos tecnológicos de Betevé acabaron llegando, empresas potentes donde se trabaja, el 22@ es de los pocos sitios donde al mediodía ves mucha gente de procedencias diferentes, la mayoría jóvenes, con las acreditaciones colgadas al cuello comiendo al sol, el idioma oficial es masivamente el inglés, los bocadillos de paleta se han convertido en comida 'healthy', las calles son un bullicio en horario de oficina, la zona también se ha convertido en un banco de pruebas de la movilidad del futuro con la primera 'superilla', la del Poblenou. Aquí es de los pocos sitios de Barcelona donde se hace negocio sin vender suvenirs. Se planificó y aquello ha dado resultados, las oficinas son un éxito, trabajar a 15 minutos andando de la playa no está nada mal. Ojalá alguien hubiera planificado tan bien y con la misma intensidad e interés un barrio así pero de vivienda pública, quizá ahora no estaríamos como estamos.