MIRADOR
Quien espera desespera
¿Quién piensa en las personas que vivirán los efectos del nuevo Gobierno?
Eulàlia Vintró
Catedrática de la Universitat de Barcelona
Eulàlia Vintró
Las negociaciones entre PSOE y ERC para que esta última formación política se abstenga en la investidura del próximo presidente español siguen varadas a la espera ahora, según dicen, del dictamen del Abogado del Estado sobre la sentencia del Tribunal de Justicia de la UE. Al parecer, o se filtra interesadamente, los puntos relevantes de los debates no son nunca los contenidos del acuerdo tan esperado, sino cuestiones externas y ajenas al mismo.
Por parte de los socialistas, aspirantes siguiendo el resultado electoral y la designación por parte del Rey de Pedro Sánchez como candidato a la presidencia, el deseo legítimo es obtener no solo los votos favorables o las abstenciones de los diputados, sino la complicidad activa de diversas formaciones políticas para garantizar la estabilidad del nuevo Gobierno y la aprobación de los Presupuestos futuros, así como de varias propuestas legislativas orientadas a mejorar la calidad de vida y el bienestar de la ciudadanía, garantizar derechos básicos como el trabajo, la vivienda, las pensiones, el medio ambiente, y, también, para devolver a la política la organización territorial del Estado y, en especial, la situación de Catalunya.
Por parte de los republicanos, el deseo consiste en afianzar su posición como negociador catalán, crear los mecanismos que permitan un diálogo fructífero entre el Gobierno español y el catalán que ponga fin a la judicialización de la política, facilite la liberación de los presos y el regreso de quienes huyeron, y contribuir a su liderazgo en Catalunya en la perspectiva de las próximas elecciones autonómicas.
Y si bien, como dicen los portavoces de los dos partidos, el núcleo central ya está acordado y solo quedan flecos, la negociación se ha ido parando por razones bastante incomprensibles: que si unos tenían prisa y otros no, que había que esperar a la sentencia del tribunal europeo, que el congreso de ERC debía preceder el pacto, etc. Y ahora, que sin el dictamen mencionado no hay acuerdo fiable. Queda claro, en todo caso, que la confianza entre los interlocutores y las fuerzas que representan es muy baja, que están mucho más pendientes de la imagen y del 'marketing' de la negociación que de sus contenidos, que tienen tanto miedo de las críticas externas como de las de sus afiliados y simpatizantes, y que lo que impidió formar Gobierno en septiembre con Unidas Podemos ahora ni se menciona.
¿Y la gente? ¿Quién piensa en las personas que vivirán los efectos de este acuerdo y del Gobierno que salga, o que sufrirán las consecuencias del desacuerdo con unas terceras elecciones en menos de un año y un más que previsible Gobierno de las derechas? ¿En algún momento los negociadores, la dirección de los dos partidos, los asesores de unos y otros han dejado de lado el anecdotario y los equilibrios para fijarse seriamente en una perspectiva a medio y largo plazo que tenga como objetivo fundamental la ciudadanía?
Sinceramente, cuesta verlo. Y me temo que la mayoría de españoles, catalanes incluidos, que vio y vivió con expectación, ilusión y alegría los resultados electorales y el pacto entre PSOE y Unidas Podemos ahora ha pasado del esperanza a la desesperación. No podemos seguir así. Y menos cuando se aplazan las mejoras en pensiones y salarios.
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