Análisis

Menos emisiones, mejores calles y más salud

La zona de bajas emisiones (ZBE) es la mejor noticia del año para la ciudad de Barcelona

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zentauroepp51487357 191223jm el vicepte del amb antoni poveda asiste a la insta191223192743 / JOAN MATEU

Maria Rubert

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La zona de bajas emisiones (ZBE) es la mejor noticia del año para la ciudad de Barcelona. Confiamos que sea el inicio de más políticas que transformen la movilidad y que su ejemplo inunde el resto de ciudades y al territorio. El éxito puede ser aún mayor si estas ZBE están acompañadas de la aplicación de peajes urbanos y la creación de aparcamientos disuasorios en estaciones periféricas que permita reducir más la circulación.

Las ciudades son lugares de intercambio, creatividad y experimentación, también los lugares donde los conflictos y desigualdades se manifiestan de manera más acuciante. La creciente preocupación por las consecuencias sobre nuestro planeta -y más en particular sobre la salud- del cambio climático están obligando a gobiernos, industrias y particulares a implicarse en un cambio de modelo. Un cambio quizá tan revulsivo como el que puso la ciudad industrial, y todos sus humos, patas para arriba. No es casualidad que las propuestas más interesantes sobre cómo transformar la ciudad del siglo XIX -desde la propuesta de ciudad jardín de Ebenezer Howard a la idea de ruralizar la ciudad de Ildefons Cerdà- tienen en su base la critica a la desigualdad social que la ciudad industrial conlleva, a las condiciones insalubres de las viviendas e indirectamente a las consecuencias para la salud de la mala alimentación y de los humos de las fabricas.

Carriles de circulación y aparcamientos

La diferencia es que actualmente no se plantea la mejora de lo existente a partir de crear nuevas ciudades o nuevos barrios. Sabemos que podemos mejorar lo que hay, y que las ciudades, con todas su contradicciones, son todavía los mejores espacios de convivencia entre gente diferente y que pueden ofrecer mayor confort. Nos gusta imaginar que la ciudad sostenible de mañana se construirá sobre la de ayer.

El coche entró como caballo desatado en las ciudades y transformó, a peor, sus entrañas. Pocos recuerdan, por ejemplo, que estaba prevista una vía rápida -la vía O- cortando el barrio de Gràcia en dos mitades -que por presión vecinal no se construyó- para que los coches pudieran atravesar zumbando de la plaza de Lesseps a Joanic. Y que se arrancaron árboles y aceras para dar espacio a carriles de circulación y aparcamientos. En territorio disperso el coche también colaboró a la urbanización y fomentó el crecimiento de segundas residencias en lugares inaccesibles. El país se asfaltó. Pero no todo fue tan dramático. El coche facilitó la vida y el acceso al trabajo remunerado en lugares poco densos y permitió la comunicación de territorios aislados.

Cada día somos más conscientes de la importancia de lo que comemos y bebemos para nuestra salud y la de nuestro entorno. Cada día nos preocupa más 'qué' respiramos y somos conscientes de que es necesario un cambio en la manera en que nos desplazamos en las ciudades y también en el territorio disperso. Cómo vamos a movernos en el futuro afecta también a las oportunidades de trabajo. Trabajadores y ejecutivos que van al aeropuerto o a la estación de Sants a coger el avión o el tren se desplazan a su llegada a París, Londres, Nueva York o Madrid en metro, porque de otra manera llegarían tarde a sus citas. ¿Es por masoquismo o porque es la manera más eficiente?

Actualmente, existen unas 260 zonas de bajas emisiones en Europa, que han conseguido reducir considerablemente la cantidad de sustancias contaminantes. Pero no solo se trata de controlar emisiones y reducir el numero de enfermos pulmonares. Los coches invaden las calles y hacen ruido. No caben en las ciudades porque el espacio que ocupan es necesario para otras actividades. ¿Se imaginan todas las calles del Eixample con el asfalto de su calzada sustituido por tierra permeable con plantas tapizantes y el doble de árboles?