EL TABLERO CATALÁN
El escrutinio de la política
Junqueras ha tenido un trato no ajustado a derecho como eurodiputado electo, pero esta injusticia no le otorga patente de corso ni impunidad en su discurso político
Rafael Jorba
Periodista. Secretario del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.
Rafael Jorba
¿Judicialización de la política? ¿Politización de la justicia? Una cosa y la otra. El resultado, a ojos de la ciudadanía, es la incapacidad creciente para poder entender la actuación de los políticos y de los jueces. Y, por añadidura, el descrédito de unos y de otros. Urge recuperar la autonomía de la política y la independencia de la justicia. Ni la cuestión prejudicial dirimida por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) debe torpedear la formación del Gobierno, ni la investidura de Pedro Sánchez debe impedir que sometamos al escrutinio de la política las tesis de ERC.
Empecemos por la actuación del TJUE. No se trata de una intromisión de la justicia europea que menoscaba la soberanía de la justicia española, sino de una respuesta a una cuestión prejudicial planteada por el Tribunal Supremo. Es ahora el Supremo el que debe resolver el litigio de conformidad con la sentencia: un eurodiputado electo lo es desde la proclamación de los resultados, goza de inmunidad para participar en la sesión constitutiva y si se considera necesario mantenerlo en prisión condicional, debe solicitarse al Parlamento Europeo que suspenda dicha inmunidad.
La respuesta del TJUE valía para el momento en que fue formulada la cuestión prejudicial -cuando Oriol Junqueras estaba en prisión provisional, y no cumpliendo condena firme- y corresponde ahora al Supremo sacar las castañas del fuego que el mismo encendió. Hay interpretaciones para todos los gustos. Dejemos que sean el presidente Manuel Marchena y los seis magistrados de la Sala Segunda los que salgan del laberinto judicial en el que se metieron; está en juego su credibilidad profesional.
Que cada palo aguante su vela
Que 'cadascú carregui el seu mort', dice el refrán (Que cada palo aguante su vela). Si queremos acabar con la judicialización de la política y la politización de la justicia, este es el momento de que políticos y jueces prediquen con el ejemplo y hagan su trabajo respectivo. Que el Supremo resuelva el desaguisado, según su leal saber y entender, de acuerdo con los parámetros fijados por la justicia europea. Y, en paralelo, que el Parlamento recupere la autonomía de la acción política. El primer responsable es Pedro Sánchez, presidente en funciones y candidato a la investidura propuesto por el Rey. No puede permitirse otra votación fallida.
La formación del Gobierno depende del plácet de ERC. La acción posterior, desde la aprobación de Presupuestos a la reforma de leyes orgánicas, necesitará de mayorías más amplias; incluidos eventuales pactos de Estado con el PP. Los republicanos deben decidir si apuestan por un Gobierno dispuesto a explorar la vía del diálogo, a respetar la independencia de la justicia y a no poner palos en las ruedas a la aplicación de la política penitenciaria o, en su defecto, optan por la lógica del cuanto peor, mejor.
Oriol Junqueras, el líder de los republicanos, tuvo un trato no ajustado a derecho en su condición de eurodiputado electo, pero esta injusticia no le otorga patente de corso ni impunidad. Es lógico que exija que se repare la vulneración de su inmunidad y que emprenda las acciones legales que estime oportunas, pero debe aceptar también que su actuación y su discurso estratégico sean sometidos al escrutinio de la política.
Ni ápice de autocrítica
He leído el discurso que dirigió el 21 de diciembre al congreso de ERC. Ni un ápice de autocrítica. Junqueras sigue repitiendo una verdad a medias, que es más que media mentira: se siente "orgulloso de estar en la prisión por haber puesto las urnas" y dice que "lo volvería a hacer". Olvida que fue encarcelado por haber promovido la vía unilateral: las llamadas leyes de desconexión y la declaración de independencia. Junqueras sigue proponiendo la misma receta: "La independencia es irreversible y un nuevo referéndum, inevitable". "Hemos nacido para ganar", concluyó.
Si estas son las credenciales con las que ERC quiere sentarse a dialogar, el recorrido de la negociación será corto. Muchos ciudadanos de Catalunya -la mayoría electoral y demoscópica- rechazan la independencia. La opción de otro referéndum dual nos abocaría de nuevo a una Catalunya empatada consigo misma. El diálogo exige que los actores políticos consensúen una propuesta que pueda ser avalada por una amplia mayoría de la ciudadanía y de sus diputados (los dos tercios que prevé el Estatut para su reforma).
Junqueras dijo en su día que "el junquerismo es amor". Como cristiano que pregona ser, sabe que tomó prestada esta sentencia de la primera epístola de San Juan: "Dios es amor". Junqueras es muy grande, pero no es un dios. Carles Puigdemont se lo ha demostrado en las urnas.
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