Reforma urbanística

Viva el Port Vell

Si la oferta es heterogénea, potente y constante, la zona se convertirá en un polo de atracción y en un negocio. Cuanto más establecimientos y centros, cuanto más diversidad, cuanta más accesibilidad, mejor

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Xavier Bru de Sala

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Pensar en grande. Perseverar. Planificar con ambición. Ejecutar deprisa. No tener miedo de los errores y estar siempre dispuesto a rectificar. Es así como se ha hecho grande Barcelona y como puede seguir escalando posiciones. Hace ya demasiado tiempo que vive adormecida, distraída, varada como un gran paquebote con los motores al ralentí. Los debates son siempre necesarios, pero nunca deben servir de excusa para la inanición. Es hora de desperezarse. Toda iniciativa que responda a estos parámetros, a la necesidad imperiosa de renovarse y crecer, debe ser no solo bienvenida sino puesta como ejemplo. Ni se necesitan gran eventos -expos, foros, juegos- para ponerse las pilas ni es previsible que dispongamos de ellos. Siempre es imprescindible pensar en grande.

Sean pues bienvenidos los planes para reactivar el Port Vell, una zona incorporada a Barcelona con motivo de los Juegos que se ha quedado a medias en cuanto a los atractivos y los usuarios. A medias también en términos de accesibilidad, como Montjuïc, el otro gran polo poco aprovechado del ocio y la cultura. Espacios que en otras ciudades ejercerían una función de centralidad pero que a los barceloneses les cuesta incorporar, como si estuvieran lejos. En este sentido, tanto o más que las facilidades de conexión con el centro, cuentan las sinergias. Multiplicar las ofertas, diversificar los públicos, llenar la agenda de eventos de todo tipo, incluidos los conciertos al aire libre, las fiestas populares, etcétera. Londres lo ha conseguido en su fachada litoral fluvial. Lisboa, cerrada al río por la barrera del puerto autónomo, logró saltársela gracias a la Expo, como Barcelona en ocasión de los Juegos. Nuestra capital dispone de mucha capacidad, de mucho espacio y de mucho espíritu de iniciativa para acelerar.

Del mismo modo que Montjuïc no es ni debe ser de uso exclusivo de los vecinos de Sants o del Poble Sec, al igual que las Glòries, que no son ni del Eixample ni del Poblenou, los rectores Port Vell deben mirar más allá de la vecindad ribereña, hacia la ciudad, hacia la metrópolis, también hacia turismo. Si la reforma se hace bien, si la oferta es heterogénea, potente y constante, el Port Vell se convertirá en un polo de atracción y en un negocio para muchos de los que inviertan en él. Cuanto más establecimientos y centros, cuanto más diversidad, cuanta más potencia, cuanta más accesibilidad, mejor. Esta diversidad debería incluir sin duda una oferta museística potente y oficinas sostenibles 'high tech'. El Museu d’Història de Catalunya se debe reactivar o trasladarse a Montjuïc para dejar paso a un equipamiento con más posibilidades de éxito. Los promotores de la franquicia del Hermitage deberían encontrar más sonrisas de bienvenida que reticencias. Si esta bellísima zona ganada para la ciudad está infrautilizada es culpa de sus gestores. Si se reorienta y se renueva con éxito, habrá que darles las gracias. Incluso si al éxito le cuesta llegar, porque hay que pensar en grande y, si no sale lo bastante bien a la primera, perseverar, modificar, no perder nunca la ilusión y el empuje.