IDEAS

Navidad y anarquía

Setmana Tràgica de Barcelona

Setmana Tràgica de Barcelona / periodico

Xavier Bru de Sala

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Quizás lo que más caracteriza y singulariza la sociedad catalana es una muy extendida en el tiempo y compartida a diferentes niveles sociales pulsión antiautoritaria. De la Busca enfrentada a la Biga de la Barcelona medieval a la 'Rosa de Foc' pasando por las constituciones de los años anteriores a la caída de 1714. De la oposición permanente, y a contracorriente, al poder real a la alergia hacia figuras como el pater familias pasando por el caganer de pesebre. Se trata de un sustrato permanente de muy difícil detección, explicación e interpretación, sobre el que ha crecido y crece la flora y la fauna local. No es el pulso entre el 'seny' y la 'rauxa' sino una concepción exacerbada del igualitarismo que conlleva el desprecio hacia toda forma organizada de poder. En todo caso, y como mucho, se soporta si no hay más remedio, pero que en vez de sacralizarse se ridiculiza por sistema.

Cualquier lector de los grandes satíricos, Chaucer, Bocaccio, Rabelais ..., argüirá que la pulsión es universal. Cierto, pero también es universal que sucumba al peso de la autoridad y excepcional no sólo que los catalanes hagan lo posible para desembarazarse de él sino que siempre lo acaben consiguiendo o se hagan la ilusión de que, derribados los pisos de arriba, ya todos viven en la planta baja. Josep Pla llama a someterse al poder foráneo, pero de puertas adentro, predica y practica el más descreído y horizontal de los "tanto media de aquí hasta allá como de allá hasta aquí". Su (y mi) muy admirado Pere Duran Farell, de quien elogiaba con razón la elocuencia, me repetía a menudo que "el catalán es un burgués anarquista". Anarquista que aspira a vivir sin depender de nadie, como un burgués, o burgués que boicotea bajo cuerda el estado bajo el férreo paraguas del que prospera.

Colofón pesimista. La 'hubris' del Noucentisme, que triunfó en el intento de derribar el poder político que antes había aupado, está en el origen del rechazo actual de la Generalitat a la cultura. Por mucho que reivindiquemos el 2%, los políticos saben que nunca dejaremos de limar las bigas que lo sostienen.