Tradiciones impuestas

Una Navidad paradójica

Refunfuñamos por tener que comer con la familia cuando hay gente que no sueña otra cosa. El mundo está mal repartido y la Navidad no es una excepción

Una cena de Navidad.

Una cena de Navidad. / periodico

Núria Iceta

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Los libreros de Laie han tenido el acierto de felicitarnos la Navidad recordándonos esta cita de Chesterton: "La Navidad está construida sobre una paradoja hermosa e intencional: que el nacimiento del que no tuvo casa para nacer sea celebrado en todas las casas.”

Esta enorme paradoja se ha perpetuado a lo largo de los siglos con una fidelidad encomiable con gente sin techo, desahucios, pisos vacíos y un desigual reparto de los frutos de la tierra y el trabajo de los hombres. Al bien común le ha pasado un poco como al sentido común, que es mucho menos común de lo que debería.

Nuestra sociedad de consumo tritura vorazmente el calendario y crea dependencias inútiles con eficacia. ¡Atrevámonos a llevarle la contraria en algo! ¡Atrevámonos a pensar! Somos capaces de tener árboles de Navidad de plástico, reyes Baltasar embetunados y exhibir pesebres de plata en el escaparate de una joyería. Refunfuñamos por tener que comer con la familia cuando hay gente que no sueña otra cosa. El mundo está mal repartido y la Navidad no es una excepción. Elijamos al menos algo para hacer fuera del guion y defendámoslo, que sea el nacimiento de algo. Tomemos aire para que la Navidad no culmine nada, pero sí sea el punto de partida de mucho. Hagamos que cambie algo a nuestro alrededor antes de aquella noche mágica del 5 de enero en que en cinco minutos los escaparates cambian de la opulencia a las rebajas.

El peor Mr. Scrooge de toda la historia somos nosotros mismos. Gritamos para no oír, compramos más que damos, encendemos luces para deslumbrar y no para enfocar allí donde toca. Y a pesar de todo, la última paradoja de la Navidad es que, por mucho que nos quejemos todos en algún momento u otro, nos acaba venciendo. A mí me pasa cada año... justo cuando la falsedad de los excesos me supera y reniego de tradiciones impuestas y pervertidas, llega el día de un encuentro inesperado, de un mensaje esperado, una sonrisa intercambiada, una iniciativa solidaria, un poema como un dardo y caigo rendida a los buenos deseos de un adviento de felicidad.