El golpe de Estado de 1936

¿Monarquía? ¿República? ¡Dictadura!

La fractura interna ocasionada en el Ejército y en los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado condujo a la confrontación militar y civi

zentauroepp51489176 opinion leonard beard191223185340

zentauroepp51489176 opinion leonard beard191223185340 / periodico

Andreu Mayayo

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La mirada desmitificadora de Alejandro Amenábar en su película 'Mientras dure la guerra' ha dado pie, más allá de algunas licencias cinematográficas ahistóricas, a repensar determinados tópicos, entre los cuales merece la pena destacar la restauración de la monarquía como fundamento del golpe de Estado de julio de 1936.

El intervencionismo de Alfonso XIII, primero encumbrando como dictador a Miguel Primo de Rivera y luego prescindiendo de él, concitó, a la postre, el rechazo amplio del Ejército, tanto de los generales republicanos confesos y golpistas (Miguel Cabanellas, Gonzalo Queipo de Llano y el comandante Ramón Franco) como de los allegados a la Corte. El mismo José Sanjurjo, Director General de la Guardia Civil, se inhibió ante las peticiones de auxilio lanzadas por el Rey tras las elecciones del 12 de abril de 1931. Los pocos generales monárquicos leales a Alfonso XIII (Alfredo Kindelán o Fidel Dávila) estaban en la reserva en el momento del 'Alzamiento'.

Dictadura republicana

La mayoría de generales acogieron con indiferencia la proclamación de la República. Las discrepancias empezaron a surgir con el cierre de la Academia General Militar de Zaragoza y la reforma castrense propuesta por el ministro Manuel Azaña. La victoria del Frente Popular y la consiguiente substitución de Niceto Alcalá-Zamora por Azaña en la presidencia de la República provocaron la desafección de Queipo de Llano, quien, además, era consuegro del presidente conservador reemplazado. Fue el mismo Queipo de Llano quien convenció a su correligionario Cabanellas, del 1933 al 1936 diputado del Partido Republicano Radical (liderado por Alejandro Lerroux), para que se sumara al golpe. 

Mientras el ruido de sables recomendó alejar a los generales Francisco Franco (Canarias), Manuel Goded (Baleares) o Emilio Mola (Pamplona) situó, al mismo tiempo, a los generales de confianza en los mandos neurálgicos del poder militar. Cabanellas fue el único general al mando de una División Orgánica (las antiguas capitanías territoriales), que traicionó la confianza gubernamental. Algunos, como Domènec Batet, fueron fusilados por los golpistas. Cabanellas finalizó su bando sedicioso en Zaragoza dando vivas a la República siguiendo las instrucciones impartidas por el Director del golpe, el general Mola, que dejaba claro que el objetivo era establecer una dictadura republicana obviando la restauración monárquica. Mola, cabe señalar, fue quien, a principios de agosto, ordenó a Don Juan, que había llegado a España enviado por su padre, Alfonso XIII, con la intención de incorporarse a las tropas sublevadas, a dar media vuelta y regresar al exilio.

La monarquía del 18 de julio

El golpe de Estado fue rechazado mayoritariamente por el generalato pero seguido por los oficiales. La inmensa mayoría de los 702 oficiales formados en la Academia Militar General bajo la dirección de Franco (1928-1931) apoyaron el Alzamiento. El golpe fracasó y la fractura interna ocasionada en el Ejército y en los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado condujo a la confrontación militar y civil, al debilitamiento institucional y la revolución social. Los golpistas, sin ningún miramiento, se llevaron por delante, en primer lugar, a sus jefes y a sus compañeros de armas (Guardia Civil incluida) y, siguiendo las instrucciones de Mola, sembraron el terror entre la población civil "eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todo el que no piense como nosotros. Tenemos que causar una gran impresión, todo aquel que sea abierta o secretamente defensor del Frente Popular debe ser fusilado". La finalidad era derogar la Constitución de 1931, liquidar el Frente Popular e imponer una Dictadura militar.

La muerte del general Sanjurjo situó a Cabanellas en el vértice del Directorio militar. A mediados del mes de agosto, decretó la substitución de la bandera republicana por la bicolor tradicional en un intento de afianzar su liderazgo cuestionado por su republicanismo y su afiliación a la masonería. Cabanellas fue el único que se abstuvo en el nombramiento de Franco como Generalísimo. Lo había tenido bajo sus órdenes en el Ejército de África y advirtió a sus conmilitones: "si, como quieren, va a dársele en estos momentos España, va a creerse que es suya y no dejará que nadie lo sustituya en la guerra ni después de ella, hasta su muerte". Incluso se le antojó nombrar a su sucesor a título de rey y dar vida a una nueva dinastía, la de la monarquía del 18 de julio. Por fortuna, la Transición y la Constitución de 1978 tiraron a la papelera de la historia al franquismo.