Pasado y presente de la ciencia

No hay nostalgia como la de antes

Los laboratorios se van poco a poco vaciando de probetas, matraces y pipetas, y llenado de ordenadores, servidores e impresoras 3D

Ilustración de Monra

Ilustración de Monra / periodico

Manel Esteller

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Una de mis historias favoritas es el 'Cuento de Navidad' de Charles Dickens. Desde el entierro con dos monedas en los ojos del antiguo socio de Scrooge hasta la redención final del mismo. Pero especialmente disfruto con las visitas de los fantasmas de las Navidades pasadas, presentes y futuras y los viajes del protagonista en el tiempo. En este ambiente festivo y en un día lluvioso, escribo estas líneas para explicar cómo ha cambiado el mundo de la investigación en su forma y en su contenido. Lo ilustraré con algunas vivencias personales, si me dan permiso.

Durante la carrera universitaria, todavía veíamos a los profesores como seres de otra galaxia, intocables, inalcanzables. Incluso algunos no admitían alumnos en el mismo ascensor o se hacían poner la chaqueta por ellos. Hoy, los alumnos ven al profesor casi como un igual y siguen frecuentemente hablando cuando entra a dar la clase y sus móviles siguen sacando humo en sus 'stories' de WhatsApp. Ni tanto ni tan calvo. Claro que cómo se da la enseñanza también ha cambiado mucho. Antes acudir a clase se veía como una necesidad para aprobar la asignatura,  mientras que ahora los apuntes y 'powerpoints' de las mismas están siempre disponibles en la “comodidad del hogar”, como diría el anuncio de los grandes almacenes. Además, y esto representa un gran avance respecto a aquellos días, muchos estudiantes aprovechan el verano para hacer estancias en el extranjero. Una magnífica oportunidad para formarse como personas y profesionales que no deben desaprovechar. En mi época, si ibas fuera durante la carrera, ¡eras un rarito! Gracias, Erasmus, por abrir el mundo.

Centros de investigación

El periodo después de finalizar la carrera se correspondía con el inicio de la tesis doctoral. Ahora tenemos programas tipo máster entre finalizar la universidad clásica y la investigación predoctoral. En aquellos tiempos, cuando buscabas dónde realizar la tesis ibas bastante perdido, y te solían captar solo los departamentos universitarios en relación a un profesor que te había dado clase. Por suerte, en la actualidad, además de en el contexto citado, tenemos magníficos centros de investigación independiente con vocación internacional. En la variedad está el gusto. Y en las entrevistas a los candidatos, los futuros doctorandos ya saben mucho de la trayectoria vital y laboral de su futuro jefe. Es este un camino recíproco y también el empleador sabe más sobre la persona que se encuentra delante de su mesa. Como siempre: la información es poder.

Si nos centramos solo en la investigación biomédica, el tipo de experimentos también han cambiado. Estamos pasando a una velocidad vertiginosa de la fase "estudio un gen y una proteína" a "analizo 'big data', millones de puntos de información genómica". Los laboratorios se van poco a poco vaciando de probetas, matraces y pipetas, y llenado de ordenadores, servidores e impresoras 3D. Algunos héroes persisten estudiando sistemas muy concretos y definidos, pero no estoy seguro de cuánto tiempo les queda a estos 'últimos de Filipinas'. La forma de comunicar los resultados también está cambiando enormemente. Antes existían unas pocas revistas científicas muy académicas que tenían el monopolio de dar a conocer los descubrimientos al mundo. Hoy existen miles de revistas científicas donde presentar los resultados y, en este sentido, se ha liberalizado el mercado.

Vivimos el momento

Y se ha ido mucho más allá de los locos sueños de una noche de verano. Hoy se depositan muchísimos datos directamente en la red para que sean accesibles inmediatamente a todos, existe una legión innumerable de divulgadores científicos y muchos investigadores se enteran de un descubrimiento por Twitter antes de verlo publicado en una revista académica. Vivimos el momento. Y cuando hemos dicho esta frase, ese momento ya ha pasado y necesitamos otro. Con nostalgia recuerdo esperar por correo postal durante semanas los resultados de otro laboratorio o coger el metro y 20 paradas más tarde ir a la biblioteca a ver en papel impreso el artículo con emoción.

La suerte de los investigadores es que quizá somos los profesionales que nos adaptamos mejor a los cambios. Ello es debido a que estamos continuamente buscando nuevas cosas, haciéndonos preguntas y unas viejas hipótesis deben ser transformadas en función de recientes hallazgos. El pasado no es ni mejor ni peor que el presente. Simplemente, fue diferente. Sobre el futuro no me preguntéis, aún no he estado. Deseo que os haya gustado este viaje por 'memory lane' y disfrutéis de las aventuras de Scrooge estas Navidades.