Análisis

Mano tendida o corte de mangas

El electorado independentista decidirá al fin y al cabo entre la política de Junqueras o la de Puigdemont

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Xavier Bru de Sala

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Comprobada la continuidad de la predisposición de ERC, todo depende ahora de dos factores. La reacción gubernamental, en forma de pronunciamiento de la Abogacía del Estado. Y la reacción del Supremo. Si ambas son negativas, el camino hacia la investidura se paraliza y las consecuencias pueden ser desastrosas. Si ambas son positivas y Oriol Junqueras se come los turrones en casa, no tardaremos mucho en entrar en un periodo de estabilidad. Si la del Gobierno, es decir del PSOE por mucho que lo nieguen y se laven las manos, aconseja que se cumpla la sentencia del TJUE pero el tribunal presidido por Marchena decide no hacer caso de momento (a la espera del próximo varapalo del 'crescendo' judicial europea), el líder republicano permanecerá un tiempo más en prisión pero las negociaciones para la investidura proseguirán. ERC puede subir un poco el precio de su abstención, más que nada porque le conviene ponerse alguna medalla ante el electorado que comparte con JxCat. Y poco más.

La sentencia del tribunal de Luxemburgo, el TJUE, ha cambiado el panorama en dirección contraria al camino emprendido por la judicatura española. Se trata del contratiempo europeo más relevante hasta hoy. Pueden venir aún más importantes. El camino que solo estaba esbozado ha quedado trazado. Europa opina que Puigdemont y Junqueras fueron demasiado lejos a la vista de los votos insuficientes de que disponían. Pero una vez resuelto el desafío a favor de la unidad de España, que era el deseo de sus socios de la Unión, la reacción del Estado se considera absolutamente exagerada y fuera de lugar. Alerta pues, porque que por esta vía, el Parlamento Europeo podría incluso rechazar la solicitud de levantamiento de la inmunidad a los tres, pronto cuatro, eurodiputados independentistas que se encuentran en el punto de mira de la justicia española por los hechos de la otoño de 2017. Aunque esto no sucediera, más tarde o más temprano, los cien años de prisión pueden ser anulados por instancias europeas si antes España no lo hace innecesario.

Es en este contexto, bajo este signo y esta influencia, que ERC tiene clara la estrategia de abrir puertas, de sentarse de manera terca, e incluso sacrificada, en la mesa. Si los votantes la reafirman, el independentismo habrá pasado de poner las cosas muy difíciles a España a facilitar una salida. Pocas dudas deberían quedar pues sobre el sentido de la incidencia trascendental de la sentencia. España se encuentra ante un cambio de rasante. Pedro Sánchez está en condiciones de operar las variaciones imprescindibles, que tampoco son muchas. ERC pide negociar una solución a pesar de saber que hoy por hoy no hay margen para ningún referéndum de autodeterminación. Un Puigdemont eufórico, en cambio, se empeña en exigir lo que en estos momentos son peras al olmo. Acaben enfrentándose los dos líderes en las urnas de manera directa o por procuración, es el electorado independentista, al alza, sobre el corte de mangas permanente de Puigdemont a España.