Nacionalismo y renta
Cuanto más rico, más independentista
Según Piketty, los modelos de financiación de España y la UE han favorecido el viraje de las clases más acomodadas
Antón Costas
Presidente del Consejo Económico y Social de España (CES)
Antón Costas
Hay un rasgo del proceso independentista catalán que me llamó la atención desde el primer momento: que haya sido Convergència (CDC) -el partido que representaba a las clases más ricas y acomodadas de Catalunya y que tienen mayores vínculos empresariales, financieros y comerciales con el resto de España-, el que haya virado de forma más radical desde posiciones nacionalistas constitucionales hacia el independentismo irredento.
Este comportamiento ha sorprendido también a otros analistas. Uno de ellos Thomas Piketty, economista francés que ha alcanzado proyección mundial con 'El Capital en el siglo XXI', un libro del que lleva vendido 2,5 millones de ejemplares. En un nuevo libro que acaba de publicar, 'Capital e ideología', dedica un corto pero sugerente epígrafe a 'La trampa separatista y el síndrome catalán'.
Para Piketty, “es extremadamente chocante comprobar que el nacionalismo catalán es mucho más acusado entre las categorías sociales más favorecidas que entre las más modestas”. Ofrece datos que muestran que a mayor nivel de renta mayor apoyo a la independencia.
La explicación de Piketty a este comportamiento da un papel determinante al sistema de financiación del Estado de las autonomías. El hecho de que la base imponible del impuesto sobre la renta esté dividida a partes iguales entre el Estado y las autonomías daña, a su juicio, la idea misma de la solidaridad dentro de España y termina por enfrentar a las regiones entre ellas.
No es así en estados federales como Estados Unidos y Alemania. En estos países el impuesto sobre la renta es federal y garantiza tanto la progresividad fiscal como la solidaridad entre estados. Señala que, aunque quizá a los contribuyentes acomodados de California o de Baviera “les habría gustado conservar para sí la mitad de los ingresos, nunca se han atrevido a hacerlo porque la sola idea habría sido interpretada como una declaración de guerra secesionista”. Sin embargo, según Piketty, “al haber optado por el reparto a medias del impuesto sobre la renta con las regiones, tal vez España haya ido demasiado lejos y ahora se encuentre en una situación en la que una parte de los catalanes querrían, independizándose, conservar el cien por cien de los ingresos”.
Naturalmente, no sugiere que todo sentimiento nacionalista catalán se reduzca a una cuestión fiscal. Sería una grosería intelectual. Influyen otros factores, como la cultura, la lengua, la historia y la rudeza del poder centralizador estatal. Pero estos factores valen para todos los votantes independentistas. Por lo tanto, la mayor intensidad del independentismo entre los más ricos puede que si responda a este factor fiscal.
El "síndrome catalán" y Europa
Por mi parte, añado una explicación complementaria. El viraje de CDC desde el nacionalismo constitucional hacia el soberanismo fue la estrategia elegida por Artur Mas para conservar la hegemonía del poder político a partir del momento en que comenzó a perder su mayoría electoral y parlamentaria.
En todo caso, hay un aspecto de la explicación de Piketty que considero de gran interés porque sitúa el problema catalán en la perspectiva europea. A su juicio, Europa tiene una gran responsabilidad en “el síndrome catalán”. Es así en la medida en que la UE promueve un modelo de desarrollo en el que parece posible disfrutar de todo a la vez: tener un gran mercado europeo y mundial sin tener que asumir verdaderas obligaciones de solidaridad y financiación de los bienes públicos. En este modelo, es coherente que los catalanes ricos se planteen porque no probar a hacer de Catalunya un paraíso fiscal al estilo de Luxemburgo.
La conclusión de su análisis es que la crisis catalana “se nos presenta como el síntoma de una Europa que descansa sobre una competitividad generalizada entre territorios y sobre una ausencia total de solidaridad fiscal, que contribuye a acrecentar la lógica del “cada uno por su cuenta”. Si aceptamos esta hipótesis, la politización de la cuestión catalana habría sido totalmente distinta si la UE contara con un presupuesto federal semejante al de Estados Unidos, financiado por impuestos progresivos sobre la renta y sobre sucesiones a nivel federal. En este caso, desde el punto de vista económico, la salida de España tendría un interés limitado para los catalanes ricos. Porque para huir de la solidaridad fiscal habría que salir también de Europa.
La explicación, entonces, de por qué los catalanes ricos son más independentistas no se debe a un gen egoísta propio sino a un mal diseño del sistema de financiación de las autonomías y a una Europa que no se ha preocupado hasta ahora de introducir mecanismos de solidaridad.
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