Opinión | Editorial

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Los disturbios regresan a Barcelona

En una sociedad democrática, quien convoca una manifestación debe asumir su responsabilidad

Manifestantes queman contenedores en los aledaños del Camp Nou, el 18 de diciembre del 2019

Manifestantes queman contenedores en los aledaños del Camp Nou, el 18 de diciembre del 2019 / periodico

Anoche regresaron a Barcelona las inaceptables imágenes de disturbios. En los alrededores del Camp Nou, mientras dentro Barça y Real Madrid disputaban un partido que terminó en tablas, manifestantes radicales encendieron contenedores y se enfrentaron a los Mossos d’Esquadra, que se vieron obligados a cargar. Los enfrentamientos acabaron con varios detenidos y heridos. Antes, miles de personas –menos que las que Tsunami Democràtic había anunciado que suscribirían la acción– se habían manifestado de forma pacífica. Dentro del campo, excepto por una incidencia puntual, el partido de desarrolló sin problemas. El derecho a la libertad de expresión y manifestación, pues, se ejerció como es propio en una democracia. Pero los disturbios posteriores marcaron una protesta que el propio Tsunami, en un comunicado en las redes sociales, admitió que había fallado en su objetivo principal: perpetrar una gran acción que monopolizara la atención de un acontecimiento global como es un Barça- Madrid. La acción policial frustró sus planes.

Es cierto que Tsunami Democràtic no logró el golpe de efecto que buscaba. También lo es que no se paralizó el partido y que los dos equipos y el público accedieron al estadio sin problemas de consideración. Pero los disturbios, por mucho que fueran de menor intensidad que en octubre, deben ser condenados sin reservas. Y cabe exigir responsabilidades a quienes los propician, que no son otros que quienes han convocado y organizado la manifestación desde el anonimato a través de aplicaciones digitales. En una sociedad democrática con derechos y deberes cada uno debe asumir sus acciones.

Desde la sentencia del Tribunal Supremo (TS) a los líderes del ‘procés’, Tsunami Democràtic se ha responsabilizado de tres acciones: el bloqueo del aeropuerto de El Prat, el corte de la frontera en la Jonquera en la AP-7 y ahora la concentración con motivo del Barça-Madrid. Las tres convocatorias derivaron en actos de violencia. Los defensores de Tsunami tratan de exonerarlo con varios argumentos: que la violencia aconteció después de que se desconvocara la acción o que cabe responsabilizar de los altercados a los antidisturbios o a infiltrados policiales. Pero las acciones convocadas por Tsunami Democràtic se han caracterizado por perjudicar a ciudadanos e instituciones catalanas y han derivado en disturbios que, en el mejor de los casos, los convocantes no pueden controlar. Todo ello desde el anonimato y en nombre de la libertad de expresión y el derecho a la protesta, tan respetables como la libertad de movimiento o el derecho a acudir en paz al trabajo o a un partido de fútbol.

Más allá de los disturbios, la acción del Barça-Madrid pinchó desde el punto de vista de la capacidad de convocatoria y no logró el gran golpe de efecto anhelado. Eso sí, durante días logró una innegable atención mediática. Pero en un momento en que ERC y el PSOE negocian un pacto de investidura y Pedro Sánchez ha normalizado las relaciones con el ‘president’ Quim Torra, Tsunami Democràtic no ha logrado mediatizar el momento político. Ni siquiera con esos disturbios que contradicen la supuesta voluntad negociadora de su lema en inglés.