Dos miradas

El vino y la guerra

Con los años, las tragedias, todas, terminan con una degustación de productos regionales

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Josep Maria Fonalleras

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El turismo se apropia de todo. Cualquier excusa es buena para la promoción de un lugar. Si tienes una catedral gótica, un barrio medieval o unas ruinas romanas, la cosa no tiene más dificultad. Coges lo que tienes y proclamas que no hay nada comparable en todo el mundo. El secreto es la especialización. Ser único en algo. Y si no tienes nada más a mano, te inventas una iluminación fastuosa de Navidad. Lo importante es reclamar la presencia del turista, para que se disuelva en la masa o descubra lo que nadie conoce.

En la Terra Alta, por ejemplo, tienen la Batalla del Ebro. Se montan muchas excursiones, de la Serra de Pàndols a Cavalls, pasando por la famosa cota 666, "uno de los escenarios más cruentos y sangrientos". La actividad, como dice la propaganda, "acaba con una cata de vinos DO Terra Alta". También hay "desayunos de payés entre vinos y trincheras", porque "saborear un vino en este entorno, aún con restos bélicos, hace que tenga otros gustos y aromas". Uno de estos vinos se hace "sin manipulación", para que "si queda algún rastro de la guerra en el aire, pueda estar ligado a él". Con los años, las tragedias, todas, terminan con una degustación de productos regionales.