La clave

La brecha generacional entre culés

Cruyff, Ronaldinho, Guardiola y Messi obraron un cambio de estado de ánimo global, del pesimismo al optimismo. Poca broma

Romário y Alkorta, en el Barça-Madrid del 8 de enero de 1994, que acabó con un 5-0.

Romário y Alkorta, en el Barça-Madrid del 8 de enero de 1994, que acabó con un 5-0. / periodico

Joan Cañete Bayle

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

«Esta noche Romário moja», dijo el bueno de Manel, y el resto de amigos nos burlamos de su inusitado optimismo. «Sí, en la ducha». Era el 8 de enero de 1994, y el Dream Team era de largo mejor equipo que aquel Real Madrid, pero años de infancia con solo una Liga que echarnos a la boca (la de Venables y su media inglesa, encima) y de intentar salvar la temporada ganando el duelo directo al Madrid habían dejado una profunda cicatriz de desconfianza y pesimismo en varias generaciones culés. El resto es historia.

Romário mojó tres veces (esa cola de vaca a Alkorta y el Barça goleó 5-0 al Madrid. Más de 25 años después Manel aún nos lo recuerda cuando dudamos de su sabiduría balompédica. Hay amistades que se recuerdan y se narran por partidos, por jugadas, por goles. Al fútbol se le critica con razón la sinrazón de los 'hooligans'. Demasiado a menudo es un deporte con escasos valores deportivos. Pero el fútbol también es quedar a ver el partido en los bares talismanes donde nunca hemos perdido una final, los rituales previos, los amigos que, de los nervios, se van a pasear los minutos finales, los goles compartidos con perfectos extraños en bares ignotos en ciudades extranjeras, las porras garabateadas en servilletas de papel manchadas de la salsa de las patatas bravas.

29 de noviembre del 2010. Otro 5-0. No fue ni el mejor partido del Pep Team ni la mayor goleada al Madrid (ese 2-6), pero sí la victoria definitiva sobre una forma de jugar y, sobre todo, una forma de ser, la de Mourinho.  La generación agonías aún no las tenía todas consigo, pero ya hace años que los Barça-Madrid son otra cosa. Ya no hacen falta bares talismanes ni paseos nerviosos por calles vacías. Se puede ganar o perder, pero la victoria (mucho más habitual) ya no es una excepción ni una coartada. Cruyff, Ronaldinho, Guardiola y Messi obraron un cambio de opinión generacional, una brecha, un punto de inflexión, un antes y un después, del pesimismo al optimismo. Poca broma. Hoy los niños se acomodan en pijama en el sofá para ver el partido seguros de la victoria.

28 de octubre del 2018. 5-1. Como quien va a la oficina. Marca hasta Coutinho. Las generaciones sufrientes miramos a los más jóvenes y, agoreros, pensamos que algún día este estado de felicidad acabará. Pero aún no. Juega Messi. Seguro que moja, dicen los muy insensatos, que no saben quién fue Duckadam. Cualquiera les lleva la contraria.