Un disco de despedida

Música melancólica para gente elegante

El 2019 nos deja un sabor amargo, pero para sobrellevarlo, queda el enorme y emocionante disco de Purple Mountains

Ilustración de María Titos

Ilustración de María Titos / periodico

Javier Melero

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Como un fogonazo sentimental, la última obra de David Berman bajo el nombre de Purple Mountains ilumina este año manifiestamente mejorable. No se puede consentir que el 2019 sea recordado tan solo por el 'brexit', el 'procés' y la joven Greta y pase desapercibida la mejor aportación lírica de uno de los menos autocomplacientes compositores y poetas americanos. El disco apareció el 12 de julio y fue entendido como una irónica crónica post-ruptura sentimental (Berman se llegó a calificar como “el hombre más divorciado de América”), cuando en realidad era un anuncio nada llorón de suicidio: pocos días después, el 7 de agosto, llegó la noticia de la muerte en un apartamento de Brooklyn de este artista solitario y de baja autoestima, un 'crooner' desmañado  y algo dado al alcohol (así nos lo dice en la aparentemente animada 'That’s Just the Way That I Feel': 'Cuando intento ahogar mis penas en ginebra, veo que mis peores ideas saben nadar'.

Berman era un músico de origen judío, hijo de un lobbista republicano de la industria del armamento con quien cortó toda relación. La verdad es que el padre se las traía. Richard B. Berman, por nombre artístico ni más ni menos que Dr. Evil, goza de un entretenido perfil de agresiones a candidatos del partido demócrata y otras gentes de mal vivir. HBO intentó hacerse con la historia de la familia para convertirla en una serie y David Berman no lo permitió. Alegó que su padre habría acabado por caer tan simpático como Tony Soprano, y eso él no podía permitirlo. Al fin, David no pudo superar sus depresiones ni su separación y se fue, añadiendo un poco más de confusión a la confusión del mundo, pero dejándonos unos cortes inolvidables: piezas de la calidad estética de un cuadro de Edward Hopper o de una de las historias desoladas de Raymond Carver. Solo hace falta dejarse llevar por'Darkness and Cold' (con todos los números para ser canción del año) y escuchar el brío de su voz y la de Anna St. Louis, y una instrumentación luminosa que transforma la desgarradora sensación de soledad en una melancolía elegante: “la luz de mi vida va a salir esta noche con alguien que acaba de conocer /…/ la luz de mi vida va a salir esta noche en un Corvette rosa champagne”. O la descriptiva 'All My Hapiness is Gone', un tema paradójico, como una ráfaga de fría amargura en el rostro, pero narrado con un humor autoparódico que antes del 7 de agosto era muy de agradecer y que ahora nos deja helados.

El disco está impregnado de un aire country y folk, con predominio de guitarra acústica y 'pedal steel', pero no faltan las desgarradas guitarras de un noise pop propio del indie americano, aunque ese fondo sonoro se ve enriquecido en la conmovedora 'Snow is Falling in Manhattan' (una amistosa invitación a una casa cálida un día de fría lluvia) por órganos y trompeta: “las canciones son pequeñas habitaciones en el tiempo y alojado en el interior está el fantasma que el anfitrión ha dejado ahí…” También las trompetas destacan en la rítmica y cálida 'Margaritas At The Mall', un tema con más contenido social que cualquier tabarra de predicador enojado, que cuestiona una forma de vida en la que seres carentes de esperanza se sienten sibaritas refinados gracias a la 'happy hour' que permite tomar cócteles baratos en el centro comercial (“Estábamos sólo tomando margaritas en el centro comercial / la happy hour nos cogió por los huevos”). Pero, como dice Berman con su tono destartalado, “Últimamente, tiendo a hacer desconocidos adonde quiera que voy (...) algunos de ellos eran gente que, una vez, me alegré de conocer”.

Armar una buena canción es una cuestión de talento y de buen gusto y, como suele ocurrir, la belleza del arte puede hacer que parezca estúpido preocuparse demasiado por las miserias de la gestión política 'a casa nostra', las eternas negociaciones para formar Gobierno o los exabruptos pijos de Boris Johnson. Pero Berman no era indiferente a la forma en que la política y la economía de nuestras sociedades va privando de sentido a nuestras vidas, con efectos especialmente drásticos en su caso.

En su obra y en la de su anterior grupo, Silver Jews (así en la memorable 'Smith & Jones Forever'), aunque expresada con embriagadora delicadeza, la pasión social nunca está ausente. Como con Leonard Cohen y David Bowie, nos ha sido dado conocer los últimos pensamientos de un artista antes de morir. Es un privilegio, pero hubiéramos preferido que no se fueran. 2019 nos deja un sabor amargo. Para sobrellevarlo, queda el enorme y emocionante disco de Purple Mountains.

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