ANÁLISIS

El elefante en la cacharrería

El primer ministro británico, Boris Johnson, se dirige a sus simpatizantes durante una visita a la localidad de Sedgefield.

El primer ministro británico, Boris Johnson, se dirige a sus simpatizantes durante una visita a la localidad de Sedgefield. / periodico

Rosa Massagué

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La aplastante victoria de Boris Johnson y un Partido Conservador hecho ya a su medida hizo que los más optimistas pensaran que dada la fuerza que ahora tenía el líder, este, en aras de unas buenas relaciones con los derrotados y con Bruselas, estaría dispuesto a suavizar la salida del Reino Unido de la UE alcanzando un acuerdo que mantuviera una considerable relación con la Unión. No ha pasado ni una semana desde la victoria y Johnson ya ha echado un jarro de agua fría a quienes de buena fe creían en la generosidad del líder, aunque fuera meramente formal.

Lo que estas ánimas benévolas han querido ignorar es que el elefante ya lleva mucho tiempo en la cacharrería destrozando toda la porcelana. No hay que olvidar que hace tres años, cuando se hizo evidente su aspiración a instalarse en Downing Street, se llevó por delante, 'brexit' mediante, a David Cameron, que cayó en la trampa de convocar el referéndum, y a su sucesora, Theresa May; que ha expulsado del partido a los que no comulgan con su radicalismo modelando la formación a sus designios antieuropeos, y que ha fracturado el Reino Unido con unas líneas de falla que pasan por Escocia e Irlanda del Norte.

Que ahora quiera bloquear por ley la ampliación del periodo transitorio más allá de la fecha prevista que es el 31 de diciembre del 2020 parece, y debe serlo, el pago de la factura a Nigel Farage, que se avino a retirar los candidatos de su Partido del Brexit allá donde podían perjudicar a los conservadores. Pero no hay que llamarse a engaño. Johnson y quienes le rodean ya se han declarado en más de una ocasión a favor del 'brexit' duro. Y esto es lo que implica la ley que se aprobará esta misma semana porque, por poco realista que se sea, es evidente que en 11 meses no se consigue un acuerdo sobre la futura relación a menos que se esté dispuesto a tirarlo todo por la borda.

Lo más difícil

Se ha dicho y repetido que en toda la ya larga historia del 'brexit' lo más difícil empezaba el día después de la salida formal, que será el 31 de enero próximo, porque lo que hay que dirimir a partir de esta fecha es precisamente la futura relación del Reino Unido con la UE, una relación que incluye no solo un acuerdo comercial, también debe cubrir cuestiones de seguridad y defensa entre muchas otras. Si se toma como ejemplo acuerdos solo comerciales alcanzados por Bruselas con países como Canadá o Japón, su gestación ha sido de varios años. Es cierto que una ventaja en el caso del 'brexit' es la proximidad y el conocimiento de los fundamentos comerciales y económicos de ambos negociadores, pero también es verdad que ambos ya se habían curado en salud previendo una prórroga de la negociación durante otro año, es decir hasta el fin del 2021, precisamente lo que Johnson quiere ahora evitar.

Estas prisas pueden acabar resultando un tiro en el pie como señalaba muy gráficamente un comentarista británico. El Reino Unido puede recuperar el control absoluto sobre la pesca -decía el analista-, pero se la tendrían que comer toda porque difícilmente podría venderla a la UE, que es su mayor cliente.