Imágenes de Wad Ras
Amor tras las rejas
Sílvia Cóppulo
Periodista y psicóloga.
Licenciada en Psicología y Doctora en Comunicación. Profesora de Comunicación en la Universitat de Barcelona
Sílvia Cóppulo
El joven baja la voz y cambia raudo el gesto cuando me ve llegar caminando por la acera. Se siente interrumpido y calla. Sin querer, he entrado en alguna intimidad que me es ajena. Acelero el paso y, solo de soslayo, me atrevo a mirar a los ojos a ese hombre que aguanta el frío hibernal de la tarde. El vestido, humilde. La mirada, triste. La cabeza alzada y rotunda. Tras las rejas, en lo alto, ella le mira y le habla. Su voz llega clara a la calle. Disimulando, escucho el tono y acelero el paso. De la imagen brota una calidez insospechada. Quieren estar juntos y alargan el tiempo de verse. Él desde la calle, y ella dentro de la cárcel, se aman.
He visto muchas veces esta escena frente a la cárcel de mujeres Wad Ras en la calle del doctor Trueta de Barcelona. No es difícil adivinar en una semioscuridad los cuerpos de ellas, apostados contra las rejas, hablando con sus parejas fuera, de pie, en frente, mirándolas. Es un diálogo tranquilo, supongo que posterior al que acaban de tener en la intimidad carcelaria. Siempre me sorprende. Al principio, sufría. Pensaba que de pronto aparecería el guardián uniformado defendiendo una supuesta legalidad rotunda y echaría con cajas destempladas y sin contemplaciones al muchacho. O acaso a las mujeres las castigarían por atreverse a no estar totalmente mudas y encerradas. Si hay alguna ley que lo prohíbe, doy fe que la humanidad de los agentes la supera.
He visto incluso, en pleno verano, a un joven sosteniendo en su hombro un viejo y enorme radiocassette, de esos que llamábamos loros. De él salía la voz de la tonadillera a un volumen ensordecedor, para que atravesara las rejas, se colara por la ventana y llegara diáfana al interior de la prisión. La escena es enternecedora. El enamorado quiere hacer feliz a su enamorada y hace sonar el aparato tan alto como este da de sí, para que las coplas a ella le alegren el alma.
Durante años me he preguntado por la naturaleza de ese gesto. Hoy me atrevo a afirmar que sencillamente es amor.
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