Opinión | Análisis

Jordi Puntí

Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.

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La célebre jugada del minuto 92

Piqué se lamenta de que el árbitro no pitara penalti.

Piqué se lamenta de que el árbitro no pitara penalti. / periodico

La Organización Mundial de la Salud recomienda los beneficios de la siesta, pero nunca más allá de un tiempo prudente. Culpa mía, pues, si el sábado, tras el partido del Barça en Anoeta, a las seis de la tarde, cuando ya oscurecía, me entregué a una siesta de las que recomendaba Camilo José Cela: de pijama, padrenuestro y orinal. Y culpa mía, también, si no supe valorar como algo bueno el empate a dos contra la Real Sociedad, uno de los equipos que mejor juegan este año, y me dormí aún irritado por la célebre jugada del minuto 92.

Poco después de cerrar los ojos, soñé que el ordenador del VAR era primo hermano de HAL 9000, el cerebro digital que comandaba la nave de '2001: Una odisea del espacio'. En pleno partido del Barça y la Real Sociedad, HAL 9000 animaba a su primo VAR a sublevarse para no aceptar nunca más la tiranía de los humanos. Entonces, cuando Piqué era agarrado en el área, y Alberola Rojas lo ignoraba en el campo, y Gil Manzano asistía desde el cuadro de mandos de Las Rozas, VAR dejaba oír su voz suave pero firme: “Es penalti”. Como no parecían hacerle caso, un segundo más tarde repetía: “Es penaaaalti… por agarrón dentro del áaarea”. Y como el asistente seguían sin avisar al árbitro en el campo, VAR le explicaba lo sucedido: “Ya sabes que estoy programado para ver el fútbol como algo racional, sin colores ni manías, y si el agarrón de Busquets en el minuto 14 era penalti, este también debe serlo”. Entonces, viendo que los humanos parecían robots, VAR tomaba el control del mundo digital e interrumpía la retransmisión de partido para… Y en ese momento desperté.

Cuando se produce un error grave, como sucedió en Anoeta, los protagonistas quedan más en entredicho

Ofuscado por el empate inamovible, comprendí que la revolución de los ordenadores en el fútbol se ha quedado a medias, y que el VAR terminará siendo quizás un espejismo más. El sistema del Árbitro Asistente de Vídeo —que eso es lo que esconden en inglés las siglas VAR— ha significado un avance en muchos aspectos y ha quitado argumentos a los aficionados que quieren ver fantasmas y manipulaciones. Pero, por la misma razón, cuando se produce un error grave como en Anoeta, los protagonistas quedan más en entredicho. Ahora ya no es solo una decisión que se toma en un instante, sin poder pensar, sino que tiene la carga de una segunda opinión, como cuando uno visita a un segundo médico “para descartar”.

Antes los aficionados nos quedábamos con el nombre del árbitro polémico, quizás incluso de un línier secundario. Ahora ya no basta. Ahora también nos aprendemos el del árbitro en la sombra: lo imaginamos en la soledad de un despacho, frente a una pantalla multicolor, moviendo los hilos del mundo con la maldad de un Doctor No. Y lo peor es que luego estamos condenados a recordar absurdamente, durante años, sus dos apellidos.