Patrimonio cultural

Un final feliz, por favor

Los teatros o las librerías no son solo negocios, son espacios de memoria individual y colectiva. Lugares donde aprendimos a ser quienes somos

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Care Santos

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Hay establecimientos de Barcelona frente a los cuales prefiero no pasar. O hacerlo mirando hacia otro lado. Me ocurre ante el número 3 de Ronda Sant Pere, ocupado hoy por una conocida franquicia de comida rápida, bajo cuyas arcadas no hace tanto vivía una de las mejores librerías de la ciudad, la Catalonia, fundada en 1924, foco de vida cultural, superviviente de casi todo, que no pudo con la crisis y la mala gestión de sus últimos propietarios. Lo mismo me ocurre ante el 90 de Rambla de Catalunya, hoy una multinacional de la moda, que hasta el fatídico 2013 albergó los Cines Alexandra, que estaban ahí desde fines de los años 40.

Esta semana hemos sabido que el Club Capitol también desaparece. Problemas con el contrato de alquiler, dicen. Falta de ayudas —¿y de interés?— municipales. Grup Balañá quiere seguir con la explotación del local pero parece que su propietario tiene otros planes. Al escribir este artículo no puedo evitar pensar en la luz que el Club Capitol proyecta de noche en esa parte de La Rambla. Luz real e imaginaria. Como tantos, pienso en Pepe Rubianes cada vez que la veo. Los teatros o las librerías no son solo negocios —aunque deban serlo—, son espacios de memoria individual y colectiva. Lugares donde aprendimos a ser quienes somos.

Hay historias similares con final feliz. En 1986 un grupo formado por gente de teatro que poco o nada tenían que ver entre sí tuvo la valentía de unirse para salvar un histórico local del Paralelo que iba a ser transformado en un aparcamiento. Lo convirtieron en uno de los mayores escenarios de Barcelona, además de en su casa. Durante tres décadas estrenaron allí espectáculos de referencia en la vida teatral de la ciudad. Los osados fueron la programadora Anexa y las compañías Tricicle y Dagoll-Dagom. El espacio, el Victoria. Si no hubiera sido por ellos, hoy también tendríamos que mirar hacia otro lado al pasar frente al número 65 de la avenida del Paralelo. Ojalá haya un final feliz para el Club Capitol. O acabaremos paseando por Barcelona mirando al suelo.