ANÁLISIS

Negociando de reojo

Las negociaciones entre el PSOE y ERC para la investidura no se producen a dos bandas sino a cuatro; están presentes, además, dos terribles hologramas, PP y JxCat

Reunión entre ERC y PSOE en la sede de la AMB

Reunión entre ERC y PSOE en la sede de la AMB / periodico

Xavier Bru de Sala

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Cuando se sientan en la mesa de negociación, los representantes de los partidos no concentran demasiado la atención ni las miradas en los interlocutores de enfrente. De hecho, las negociaciones entre el PSOE y ERC para la investidura no se producen a dos bandas sino a cuatro. Están presentes, además, dos terribles hologramas, PP y JxCat. Sin tener en cuenta el miedo que inspira el PP al PSOE y el que siente ERC ante JxCat, no hay manera de comprender estas negociaciones. Más aun, si no fuera porque el máximo rival político de cada uno porta el hacha levantada, decidido a amputar lo que sea, una mano, una pierna, y si fuera posible incluso a cortar cabezas, ya hace rato que tendríamos fumata blanca y los comensales se comerían los turrones en comandita.

Así es la politiquería. En vez de discutir sobre vías reales de solución del conflicto, PSOE y ERC negocian sobre cómo cubrirse: los socialistas de los ataques de los demás constitucionalistas, amigos o enemigos, y los republicanos de las descalificaciones de sus socios de Govern, que no esconden la intención de echarles del terreno del independentismo para arrojarlos, desarraigados como un viejo árbol arrancado por una grúa, al barranco del 'botiflerisme' traidor. Los negociadores hablan de esto incluso cuando no hablan de eso. Estudian las frases de los comunicados según prevén el peligro. PSOE y ERC se reparten una pequeña manta que les deje menos a la fría intemperie. Como ejemplo, la perla del "reconocimiento institucional mutuo", que no significa nada, pero fuerza a JxCat a retirar la enésima moción soberanista del Parlament, diseñada con la exclusiva finalidad de dañar a ERC y, al mismo tiempo, lima el mordiente de las críticas de Pablo Casado.

Los paralelismos nunca son exactos. El PP no dispone de otra opción que morder, tanto con más como si menos motivo. La agresividad de la derecha no tiene límites porque no se ven costes. En cambio JxCat teme quedar fuera de juego. Su objetivo inmediato es recuperar la hegemonía y la estrategia para conseguirlo consiste en mantener de manera artificiosa la pulsión emotiva de las masas, alimentadas por la tensión intermitente del Tsunami y las posibles victorias jurídicas en Europa. Si eso aproxima o no la independencia, pertenece a un territorio tan etéreo como el del sexo de los ángeles. Pero podría resultar que, además de no acercar la independencia, alejara al universo posconvergente de los despachos de la Generalitat, empezando por el más importante que es la Presidència. De ahí que JxCat también anhele sentarse a la mesa, no para negociar algo más, sino para colgarse medallas si al final las aguas de la superficie encalman aunque el fondo de la cuestión queda más o menos como está. O para intentar destrozarla y lanzarse a la yugular de ERC si las carambolas jurídicas resultan favorables a Carles Puigdemont. Estrategia a la desesperada, 'lose-lose' si la de los negociadores llega al buen puerto de la investidura y al posterior ingreso en dique seco del conflicto, que es hoy por hoy lo que más se parecería al 'win-win'.