Al contrataque

Escríbeme una carta de amor

Las cartas de amor que reúne Àngeles Caso en su nuevo libro son piezas literarias de altos vuelos, literatura de la importante, de la que te salva

Franz Kafka .

Franz Kafka . / periodico

Milena Busquets

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Para saber si un escritor es un genio o para conocer el verdadero alcance de su talento, deberíamos leer siempre sus cartas de amor. O hacerle escribir unas cuantas.

Las cartas de amor son la prueba de fuego de cualquier escritor, de cualquier persona en realidad. En literatura es muy difícil hablar del amor (pero no tanto como de sexo) sin caer en la cursilería, la obscenidad o los lugares comunes.

Tal vez sea incluso más difícil escribir una buena carta de amor que un buen poema de amor.

No pensé que Kafka fuese un genio al leer 'La metamorfosis', ni 'El castillo', ni siquiera 'El proceso' (que me dejó estupefacta y fascinada), ni tampoco al ver sus retratos (aquel rostro tan hermoso, sensible, intenso y extraño, la mirada inteligente, alucinada, bondadosa, ninguna comedia, ninguna falsedad, una limpieza absoluta, unos ojos que ya lo habían entendido todo y que no lo iban a utilizar en tu contra), me di cuenta de que era un genio al leer sus 'Cartas a Milena', la correspondencia que dirigió a Milena Jesenská de 1920 a 1922.

Así que el otro día me alegré mucho al encontrar en la mesa de novedades de mi librería el volumen 'Quiero escribirte esta noche una carta de amor. La correspondencia pasional de quince grandes escritoras y sus historias' de la fantástica Ángeles Caso. La autora escribe una breve biografía de cada escritora –de la abadesa Eloísa a Virginia Woolf, pasando por la abadesa Hildegarda de Bingen, George Sand, Charlotte Brontë o Elizabeth Barrett Browning, por citar a algunas de mis favoritas- seguida de una selección de sus cartas de amor.

Entrega absoluta

Es un libro espléndido. Las cartas de amor aquí reunidas no son cartas de seducción (una carta de amor nunca lo es), son cartas de rendición, de entrega absoluta (que es lo que es el amor cuando vale la pena, lo que ha sido durante los últimos 2.000 años). No parecen escritas con la idea de ser algún día publicadas y compartidas con el público como ocurre con mucha de la correspondencia entre escritores. No hay impostura alguna. Son elegantes, francas sin resultar nunca exhibicionistas o melodramáticas. No son cursis ni afectadas. Al leerlas uno no siente ningún sonrojo ni incomodidad, que es lo que suele ocurrir con la mayoría de las cartas de amor. Y son sin duda piezas literarias de altos vuelos, literatura de la importante, de la que te salva. ¡Qué maravilloso hubiese sido poder compartir una cena con la abadesa Eloísa o con Hildegarda de Bingen!

Así que si la vida les parece a ratos demasiado insoportable o chabacana o si temen la llegada de las Navidades y todo lo que conllevan, ya tiene un posible remedio: abrir este libro por cualquiera de sus páginas.

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