Opinión | Editorial

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Europa quiere ser líder verde

La transición energética será una de las bases de un nuevo Estado del bienestar sostenible

Uno de los pabellones de la Cumbre del Clima de Madrid.

Uno de los pabellones de la Cumbre del Clima de Madrid. / periodico

La Comisión Europea presidida por Ursula von der Leyen presentará este miércoles un ambicioso Pacto Verde para reducir en un 50% las emisiones de CO2 antes del año 2030. Un plan en el que compromete 35.000 millones de euros y aspira a movilizar 100.000 millones más en inversiones privadas, más la aportación que puedan hacer el Banco Europeo de Inversiones (BEI) y, eventualmente, el Banco Central Europeo (BCE) que Christine Lagarde pretende poner al servicio de esta causa con la emisión de deuda pública vinculada a la transición energética. Este Pacto Verde, que con su nombre de New Green Deal evoca el programa de inversiones públicas que sacó a EEUU de la gran depresión, es toda una declaración de principios de la nueva Comisión Europea al poco de echar a andar. El Ejecutivo comunitario sale al ataque y no a la defensiva como en los últimos años. Propone más inversión pública para recuperar la economía en un momento de estancamiento y lo hace tiñendo de verde este gasto público extraordinario. El objetivo es ambicioso: que los estados de la UE alcancen la denominada neutralidad climática antes del 2050, casi en una generación y media. Como primer acto político hemos de decir que no está nada mal.

Este Pacto Verde puede servir también para recuperar el entusiasmo europeísta por parte de las nuevas generaciones. De la misma manera que sus abuelos sintieron la UE como garantía de la paz y sus padres como la garantía del bienestar, los jóvenes de hoy pueden empezar a sentirla como la garantía de la reversión del cambio climático, una causa que hoy les moviliza en todo el continente y que no deja de ser la base de la paz y del bienestar futuro. Porque esta transición energética que se propone y ese nuevo impulso a la biodiversidad será una de las bases fundamentales de un nuevo Estado del bienestar que no será sostenible si no lo son también las bases del crecimiento económico que lo deben sustentar y que debe atender factores de respeto a la naturaleza, pero también de equidad. Europa apuesta por defender su modelo, no contra la inmigración desde fundamentalismos religiosos, sino desde la preservación de los derechos humanos y la democracia. Veremos si los Estados, en el Consejo de este jueves y viernes apoyan esta apuesta. Es de esperar que sí, porque el Parlamento lo pidió con la complicidad de los dos grandes partidos, populares y socialistas. Queda por ver si los populistas del Este no vuelven a bloquear el proyecto.

La apuesta por liderar la lucha contra el cambio climático tiene en estos momentos una dimensión geoestratégica. La ausencia de Estados Unidos del COP 25 y su renuncia al Acuerdo de París, alineándose con Rusia China, permite a la UE aspirar a ser un líder global, un actor de primer orden dando juego a una visión alternativa de lo que debe ser el papel de los estados y de la sociedad civil. La UE, si apoya este plan, no será el refugio de los que se resisten al cambio sino bandera de los que quieren liderar el nuevo mundo. Ello puede reposicionarla como una área económica de primer orden con capacidad de atraer inversiones y talento que huyen de las industrias sucias y obsoletas. El único peligro es la pérdida de competitividad que deberá conseguirse con una fiscalidad también verde.